Hoy, unos días antes del domingo, he
buscado los textos.
Ha comenzado a caer el día. El cielo se ha ido llenando de
estrellas. No me he salido a la terraza o al patio porque, en estos días, está
haciendo realmente frío.
Pero he buscado un lugar cómodo,
relajado, cerca de la ventana, por donde ir contemplando la noche. Era fuerte
el sentimiento, la necesidad de orar.
He apagado una luz y he quedado
encendida una vela. Justo para no hundirme en la oscuridad y huir de la
necesidad de contemplarme pero, justo también, para que esta luz de mi entorno
no anulara el que pudiera llegarme esa otra luz desde las estrellas.
Me he sentido como si me adentrara en
un espacio privilegiado. Como si estuviera inmerso entre grandes orantes:
Abran, Pedro, Santiago, Juan, Timoteo, Francisco de Asís, Casaldáliga, Juan de
la Cruz, Teresa de Ávila, Gandhi, etc.
Hubiera querido sentarme en el suelo
y cruzar las piernas, pero ya mis años anunciaron la huelga para eso. Así que
me acoplé, poco a poco, bastante bien, en la posición en que me encontraba.
Y me dispuse a escuchar.
Oí un proyecto, una llamada: SALIR.
Sal de tu tierra. Una salida que así, de pronto, aparecía no con mucho sentido.
Sal de la casa de tu padre. No con mucho destino: Hacia la tierra que te
mostraré.. Aún no. Ya te mostraré. Más tarde.
¡Bonito comienzo para una
superproducción cinematográfica de Hollywood.!
Pero era otra cosa. La llamad venía
desde las estrellas, pero no desde las de Hollywood precisamente.
Salir de la tierra, de mi tierra, es
salir de mi historia, de la historia que he ido construyendo a mi medida, donde
me siento a gusto, donde se piensa, se lucha, se razona, se vive de acuerdo con
un destino más o menos esbozado, prefigurado.
Dejar la casa de mi padre es no
refugiarme tras los muros que me protegen y del techo que me cobija frente a la
intemperie y el riego. Es no refugiarme
en el valor que supone todo eso de comodidad, confort a mi medida,
escucha de mi hipocondría, seguridad, identificación cultural, económica , social.
Salir fuera de la casa de mi padre es haber suprimido los burladeros del ruedo,
es no tener el respaldo incondicional de los míos.
Y, todo esto, ¿para qué?.
Aquí hay que ser muy honrado. No
podemos interpretar unos premios que son los que estaríamos deseando para esta
“dejada” porque supondría , sería, proceso de conseguir escalas mayores.
El texto no dice eso. No
El texto dice: Tú, haz esto. Arroja
el manto, tu tierra, la casa de tu padre y ponte en camino. ¿Hacia dónde? . Y
ate iré diciendo, en cada momento te indicaré la tierra.
La promesa que, como contrapartida
nos hace, es: Su bendición. Su presencia en nuestro vivir y en nuestro hacer. Y
eso dará sentido a lo que somos. La garantía es fiarnos de él.
Me quedé pensando las veces que la
Iglesia, que nosotros, que yo, me decido por las tiendas, los espacios específicamente sagrados y excluyentes
quedándome en lo alto del monte sin la experiencia de no bajar a lo cotidiano
de la vida transformado por mi experiencia de la designación de Dios llamándome
a él desde los demás.
Apagué la vela y encendí la luz. Si
hubiera sido de día, en ese momento me hubiera ido al mundo y me lo hubiera
comido. Pero era de noche. Estaba durmiendo. Tenía que esperar el momento
oportuno de la amanecida.
La habitación quedó iluminada. Volví
a mirar por la ventana. Las estrellas seguían iluminando.
Me fui durmiendo con la esperanza y
el deseo de que mañana siguiera recordando todo eso.
Un abrazo.
José Luis Molina
5 de marzo del 2023.
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