Me pongo hoy en oración.
Sí, he tenido un rato de oración en
un marco extraordinario. Allí la creación aparece desbordante.
Allí, ante tanta belleza, tanta
serenidad tanta calma, tanto “las cosas bien”, la palabra de Dios en el Génesis
adquiere tremenda fuerza: El hombre no derramará la sangre del hombre porque
Dios ha consagrado su grandeza.
Pero aquí también aparecen 40 años de
desierto en mi vida anterior, y 40 años
de desierto en mi vida hacia el futuro desde los 40 años de desierto actual
frente a toda la sangre derramada que hacen surcos, cárcavas y quebradas en
Gaza, en Ucrania, em Oriente Medio, en África, en las 30 guerras de actualidad.
También en la multitud de constantes
feminicidios o en exterminio de tanta vida desde políticas que degradan al ser
humano y otras políticas negacionistas
que degradan la vida, la naturaleza, en la que el ser humano tiene que apoyar su existencia.
De igual manera, también, toda la
sangre derramada desde el alma por la envidia, la difamación, la
competitividad, la manipulación, etc.
Y yo me pregunto, en estos 40 años
míos, ¿dónde me sitúo yo? ¿Dónde te sitúas tú y todos aquellos a los que, desde mi corazón os tengo presentes
mientras escribo esto?.
Termino con el Evangelio y con la
celebración de la ceniza:
El Reino de Dios está ya ahí. El
tiempo se ha cumplido.
Si lo acepto de verdad, ¿de que me
tengo que convertir de facto y no de lamentos.
¿Cómo terminar mi oración?. No
ocultando el desierto, no cerrando los ojos, no sublimando lo incierto cuando
no hay evidencia que lo ponga en entredicho.
Pero ayúdame a llorar por el
desierto sobre el desierto, no
queriéndolo sino para que florezca con mis lágrimas.
Que así sea
Un abrazo
José Luis Molina
18 de febrero del 2024
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