Rotundos los textos de hoy, Domingo
III de Cuaresma , ciclo B.
Fuertes y radicales. Pero sobre los
que debemos reflexionar para no descafeinarlos. Estos son Éxodo 20, 1-17; I
Corintios 1, 22-25; Juan 2, 13-25.
La primera lectura estremece ya en su
propio tono: La ley, los MANDAMIENTOS DE DIOS, muchas veces vividos con asfixia,
con angustia, con estrechez, al pie de la letra pero no desde el Espíritu de
Dios.
Así, por ejemplo, hemos entendido que
no se debe robar, incluso decimos “ensuciarse las manos “ y hemos considerado
“manos sucias” las del indigente que,
tal vez, también robaba pero no tenía qué comes y le habían quitado el trabajo, un sueldo
digno, la honra para poder encontrarlo, etc, y quienes
secularmente han hecho estos robos tenían “guantes blancos” para ocultar la
suciedad y, no pocas veces, se les honraba con títulos, distinciones, medallas,
monumentos y copaban altos cargos desde
donde era más fácil poder hacer estos robos. Tristemente, en nuestros días,
tenemos abundantes y notables ejemplos:
se roban millones, se roban vacunas, se roba hasta la esperanza y la ilusión de
la gente, pero no se les puede llamar ladrones, ni presuntos ladrones . Lo
importante es determinar si lo hacía en el periodo A, el B el C, … al amparo de
determinados blindajes, etc….
Y lo mismo podemos decir con los
demás “mandamientos”: Matar, vender al
hermano, prostituir al sin defensa, abusar del débil, engañar hasta tu sombra,
apartar al viejo que molesta y ya no es rentable si se le ha exprimido
suficientemente.
Los cristianos hemos tenido
permanentemente en uso estos “preceptos”, pero la sociedad que hemos generado,
en más ocasiones de las deseadas, ha dejado y deja mucho que desear.
El Papa Francisco, en la Encíclica
“Fratelli tutti”, en el número 46 dice:
“Aún
en medios católicos se pueden perder los límites, se suele naturalizar la
difamación y la calumnia y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama
ajena”.( Exhortación ap. Gaudete et exultate. 19 marzo
2018. 115) .
Y es que aquí está la clave. Hemos hablado de “los mandatos” los MANDAMIENTOS, preceptos de
Dios. Y nos ha fallado algo: no hemos entendido a Jesucristo que intentaba
ayudarnos a entender a Dios a quien hemos entendido a nuestro modo, manera y conveniencia
(con rebajas incluidas).
No se nos imponen unos “mandamientos”
que cumplir y ante los que buscamos trampa, disculpas, el ojo que no ve…
José Antonio Pagola en “El camino
abierto de Jesús” escribe:
“Por
desgracia, tal como es vivido por muchos, el cristianismo no suscita “seguidores” de Jesús, sino solo “adeptos a una religión”. No genera discípulos que,
identificados con su proyecto, se entreguen a abrir caminos al reino de Dios,
sino miembros de una institución que cumple mejor o peor sus obligaciones
religiosas. Muchos de ellos corren el riesgo de no conocer nunca la experiencia
cristiana más originaria y apasionante: entrar por el camino abierto de Jesús.”
Deberíamos tener claro: Jesús nos
propone, asemejándonos a él, ser y vivir como hijos de Dos y esto se hace desde
unos criterios y unos valores éticos. Por eso hay cosas que pueden ser legales
pero que un seguidor de Jesús no puede aceptarlas porque no pertenecen, no
participan de la ética del Evangelio, de la vida del Reino.
Y ese tipo de vida así, desde esa
ética que tiene como centro al ser humano, es el verdadero templo desde donde
dar culto a Dios desde el respeto, la solidaridad, la com-pasio… Por eso echó a los mercaderes de donde ellos
decían era el templo de Dios. Lo habían convertido en un negocio en el que
beneficiarse a costa de los débiles, y construido en un mundo de jerarquías, de
abusos, de privilegios, de desenfrenos, de falta de consideración hacia los
demás, de apropiaciones, … que no puede ser templo donde Él habite.
Para ir terminando, sintetizo:
Lo importante no es la observancia
rutinaria y superficial (casi siempre falsa) de unos mandamientos. No son
preceptos impositivos, aunque así han circulado desde un concepto de Dios que
tiene la sartén por el mango. Desde Jesucristo son pilares fundamentales para
dar forma a su propuesta en el propio Jesús. Por eso tiene que tomar forma en
una ética personal, interpersonal, social, política y económica. Ahí está la
esencia en la ética que brota de ellos, es proclamada en las Bienaventuranzas y
hace feliz en su dinamismo transformador
José Luis Molina
7 de marzo 2021.
PD.- Quiero terminar con el siguiente
texto que me parece interesante:
TEMPLOS PROFANADOS.
Una víctima inocente es un deicidio.
Un niño hambriento es una blasfemia.
Una mujer violada es una profanación.
Una tortura física o psicológica es un sacrilegio.
Un drogadicto es un templo derrumbado.
Un engañado o traicionado es un perjurio
Andrés Huertas
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