Capitel visigodo de San pero de la
Nave. Zamora
Durante siete décadas, bueno,
dejémoslo en seis décadas por aquello del uso de razón, me he confesado
creyente en el Dios en el que creo.
Pero hoy, al enfrentarme en el texto
del evangelio con el relato de la Transfiguración he caído en pensar que este
Dios en quien creo, el Inmutable por definición, porque en él no se pueden ir
dando cambios, también por definición
porque “ES EL QUE ES”, de este Dios mío, a lo largo de estas décadas, he
ido teniendo experiencias totalmente diferente. Será el mismo pero en mi, en mi
experiencia de encuentro con él, ha ido cambiando. Y me siento feliz, y doy
gracias, porque todo este proceso me ha permitido irme encontrando con un Dios
al que, cada vez, “he podido comprender” un poco más.
¡Qué lejos se me queda aquel Dios
tonante, todopoderoso, dueño de todo y, por consiguiente, todo a disposición de
“su capricho”, de su voluntad!. ¡Qué lejos se me queda aquel Dios que
necesitaba probarnos, que parecía disfrutar durante nuestros procesos de
angustia, aunque, al final, manifestara
misericordia!.
¡Qué difícil me ha resultado entenderlo precisamente al
revés!: Partir de que nosotros fabricamos un Dios que se satisface con nuestros
regalos que le gustan más cuanto más sufrimiento nos produzcan para llegar a tropezar con un Dios que es
todo lo contrario, que no se satisface de los sacrificios humanos y por lo
tanto rechaza cualquier situación en la que nosotros sacrifiquemos a un ser humano,
de la manera que sea, con tal de conseguir el desarrollo de nuestro ego.
Abraham es figura de la actitud
abierta a encontrar en la vida los planes de Dios: “Dios proveerá” Es la figura
poderosa que queda derrotada, se le cae de las manos el puñal, vencido por la
experiencia de Dios que quiere liberación.
No enseñemos esclavitud. No tratemos
de dominar a nadie. Seamos fuertes solo en nuestras coherencias y no
justifiquemos la incoherencia utilizando y manipulando sentimientos.
Por eso hoy reflexiono todo esto en
la Transfiguración: la experiencia de ir descubriendo a Dios en Jesucristo, a
ese Dios que hizo brotar su existencia en la historia pero al que se va
entendiendo a medida del transcurrir de la vida, de la historia, desde los
renglones de Jesús.
Por eso no se le puede descubrir si lo
limitamos y lo encerramos en templos magníficos, si hacemos de nuestra
experiencia de él chozas, palacios,
monasterios, conventos, seminarios, círculos de fe, etc, donde nos encontremos
cómodos, instalados, con todo previsto y cubierto. No. Hoy pienso, convencido
de ello, que una de las interpretaciones de la Transfiguración es la invitación a meternos en el proceso (no
por Dios sino por nosotros que somos procesuales) de ir descubriendo a Dios
manifestado en Jesús en medio de la vida, el transcurrir de la historia,
palabra viva (el profeta, Elías), y hacerlo
desde el sentido y desarrollo ético (la
Ley, Moisés). Desde esa actitud, arriesgada, arriesgándonos, sin miedo o con mucho pero venciendo el miedo, es como
nuestro vivir será un progresivo
profundizar en el misterio de Dios en nuestra experiencia pero, repito, bajando
del monte y de la nube, no aferrándonos a la seguridad sino metidos en el
torrente vital de la humanidad para desde ella, y en el, vivir la experiencia
de resurrección, del triunfo del proyecto de Dios.
Por tanto, ustedes y yo, catequistas, evangelizadores,
padres creyentes: evangelizar no consiste En contar historias sagradas de Dios.
Es ayudar para que el evangelizado pueda tener experiencia sagrada de la
presencia de Dios en la historia, en la suya y en la colectiva.
Los pasajes sirven para iluminar
cuando iluminan: Ofrecer posibilidades de procesos donde se den experiencias de
un Dios que salva y libera desde Jesucristo.
Sean felices
José Luis Molina
28 de febrero del 2021
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