Cosa curiosa. Este domingo I de
Cuaresma yo sabía que el evangelio trataría sobre Jesús en el desierto, las
tentaciones y todo eso, porque siempre es este el evangelio del Domingo I. Al
ser del ciclo B sabía que era el de
Marcos , que es el más escueto pues no enumera ni narra las tres tentaciones
típicas, sino que las presenta de forma global, más universal.
Esto me dio pie para situarme de la
manera que ahora os cuento.
El desierto, pensaba, lugar,
situación en la que el desarrollo de la vida se hace difícil, complicado,
adverso, agotador, estresante, hasta incluso, desesperante.
Y, entonces, pensé que la
situación vital en la que ahora nos
encontramos, bien podía servirnos para ubicarnos en situación de desierto Esta
pandemia nos ha desposeído de poder
encontrarnos,, del contacto directo, físico, con aquellos que amamos. Ha
secuestrado nuestros sueños y nos ha llenado de incertidumbre. Vemos al otro
como un potencial portador de poder destructor, dudamos si seremos capaces de salir
de ésta, si aguantaremos. Tenemos los ojos irritados porque el calor y el fuego
de la arena son las lágrimas por los que se nos están yendo.
Y aparece el demonio disfrazado de
poder (político, religioso, etc), disfrazado de riqueza, para apropiarse de las
vacunas que aún no me corresponden. Y ese poder se ejerce pisoteando y
avasallando a otros más débiles e, incluso, si yo no tengo ese poder que me
beneficie, me revisto de la envidia por si pudiera conseguirlo.
Y surge, también, la gran pregunta:
¿Dónde está Dios? ¿Por qué no nos cura de este desierto que unos y otros poco a
poco, o más que menos, vamos haciendo?. Y, cuando este Dios nos falla en nuestras aspiraciones, lo quitamos
de en medio y nos obcecamos en cerrar los ojos y convertir en dios nuestro, al
que adoramos, el sinsentido, la demencia negacionista, el quemeimportismo de
caiga quien caiga y ande yo caliente.
Sí, bien podía ser este mi desierto
de hoy.
Y entonces miré al de Jesús. Cuarenta días.
Toda la vida colocado en la vida para que el desierto deje de serlo y se
convierta en vida. Y no le echó la culpa a Dios. No se evadió colándose en la
fila o poniéndose sin tener que hacerlo, no vendió la suerte de la humanidad
para conseguir rentabilidad política.
Aguantó el tirón con frontalidad, echando
pecho, y, aunque viviera entre alimañas, le respaldaban los ángeles, es decir,
el proyecto del Padre era lo que marcaba el rumbo. Y todo porque sabía, estaba
convencido, de que Dios había optado por la humanidad, se había comprometido
con ella hacia una vida no de catástrofe, ni de desierto, sino de arco iris.
Por eso proclamó, detrás de la
experiencia de desierto , la inminencia del Reino y para quien lo aceptaba y se
comprometía, la propuesta del bautismo, opción de compromiso en Arca para salvar
la vida.
Un abrazo
José Luis Molina
21 de febrero del 2021.
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