El año litúrgico, en este tiempo
ordinario, nos sigue presentando la dimensión profética del creyente como algo
esencial, básico e ineludible en su realidad como tal.
El domingo pasado, con uno de ustedes
con los que comparto mi reflexión, aparecía que al profetismo, en ciertos
momentos se le dotaba de características ambiguas, erróneas etc.
Por eso es interesante que los textos
de hoy nos coloquen frente a él para definir, al menos, algunas de esas
características. Y eso vamos a intentar hacer. Ahí va:
En primer lugar, y desde un sentido
etimológico del hebreo, profeta es el que mira
a través de Dios, el vidente, no
adivino, sino que mirando la realidad a través de Dios interpreta y
habla de parte suya.
No se nos olvide que todos los
bautizados lo hemos sido con el vínculo profético. No valen discursos
justificatorios de que no veo, etc. Para eso hay gafas. De que no sé interpretar: para eso existe la formación, la
oración y la comunidad. También a estos tres espacios los hemos cargado,
muchas veces, de lo que no es.
Sigamos: El profeta se sabe mandado,
se siente que, en los planes de Dios, en
su proyecto, le toco “esto” o “aquello”. Casi nunca, nunca, va porque le gusta,
por capricho, para ganarse la vida, para hacer carrera. Todo lo contrario.
Tienen, en muchísimas ocasiones, que romper con ese “estatus quo” que uno se ha
construido. Y eso le da libertad frente al miedo, la presión social, lo
política o eclesialmente correcto,… (Vean Amós 7, 12-15).
No se trata de vivir del profetismo
vendiendo profecías, ganándose un puesto
social o religioso.
También hay que ser clarividentes con
uno mismo: Si la tenencia, el acumular, la casa, los afectos, te frenan u
obstaculizan ir, suéltalos.
Mirar y vivir la vida con gratuidad y
responder con generosidad, otra característica
profética
Pero recordemos lo de “hic Rhodus,
hic salta”. No se trata de pregones sino de intervenir, implicarse en aquello
que requiere del ejercicio del profeta.
Y es bueno el otro: los mandó de dos
en dos: para apoyarse, para discernir buscando mayor objetividad, no aplausos
de próximos.
Desde ahí, desde lo anterior, Pablo
podrá decir lo que hemos escuchado: “vosotros, que habéis escuchado la palabra
de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, habéis sido marcados por
Cristo con el Espíritu Santo prometido para liberación de su propiedad..
Que todo esto nos anime.
Un abrazo
José Luis Molina
11 de julo del 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario