Hoy, al comenzar esta reflexión, me ha salido esa expresión
que da título a la misma: ¡Admiro a Jesús!
Dirán ustedes que bueno, que es normal, que no tiene nada de
sorprendente. Y tenéis cierta razón si pensáis así. Pero esta admiración, de la
que pretendo hablaros, es una admiración honda, que sobrecoge, que no te deja pasivo. Es una admiración que
me recorre entero, tambaleándome, y que fundamenta mi profesión de fe al
proclamarlo el Señor.
Trataré de explicarme y lo haré por sucesivas aproximaciones, como si
fuera una cebolla que voy abriendo hasta llegar al meollo.
Empecemos:
· Jesús vivió en un mundo, con una civilización y una cultura diferentes a
las de nuestra época, pero no tan distinta a las nuestras en lo que se refiere
a las fuerzas que actúan, mueven, construyen y destruyen el tejido social y
humano y determinan los objetivos, las metas por las que luchar, para lo que se
vive: poder, riqueza, confort, ausencia de problemas, fama, dominio, etc. De
ello estamos viendo, lamentablemente, una tremenda lucha (choque) de dos trenes
que quieren, cada uno , llegar primero, siendo de la misma Compañía. Imaginemos hasta donde se puede llegar si son
competencia. Lo importante no es llegar con las mercancías que los ciudadanos
necesitan, sino LLEGAR PRIMERO.
· No era ni ingenuo ni ciego. Jesús veía los medios que, normalmente, se
empleaban para conseguir esas metas: violencia, engaños, abusos, robos,
asesinatos, conspiraciones, la religión, el sexo, el tráfico de influencias y
otras muchas formas de corrupción.
· Sabía que, para llegar a las metas estaban esos medios, pero no consintió
(íntegro frente a las tentaciones que
se nos dirá en cuaresma), ni en lo
uno ni en lo otro.
· Es más, y arranca mi admiración, en un contexto como el descrito, donde
lo normal es valorar “el poder” como don divino, donde es normal “hacer lo que
hace todo el mundo” y así tratar de llegar a alguna parte, a algún puesto
apetecible o apetecido, donde la ley de la selva, la ley del más fuerte, viste
de humano al malvado y de oprobio al inocente, en ese escenario, presenta a un
Dios que opta por lo contrario, y él también lo hace.
· Y sabía lo que eso provocaría: violencia, persecución, prisión,
enfrentamientos , … , pero, a pesar de todo, sigue presentando ese modelo como “el modelo de Dios”. Y es tan consciente
que no tiene que coger la bolita mágica para adivinar sino que, por lógica,
prevee las consecuencias que tendrá que
afrontar.
· Posiblemente una de las cosas, no la única, que más fuertemente rechazó
es el “ojo por ojo y diente por diente”. Sabía que la violencia se mueve en
espiral que va engendrando más violencia. Y tuvo la valentía, el atrevimiento,
de proclamar que esta espiral de violencia y de odio solo se puede combatir con
el perdón y el amor y plantea desechar las ocasiones que se puedan presentar de
responder con violencia y vencer.
· No era ingenuo. Sabía lo que le pasó al Bautista, sabía que entre los
suyos había rencillas, rivalidades, dobles caras, buscando el poder. Cada día
era más consciente de lo que le esperaba a él.
· Trascendiendo el tiempo, hoy, con el futurible hecho pasado, sabemos de
la suerte de un Oscar Romero o Rutilio Grande, de las masacres del holocausto y
de como las víctimas no aprendieron y repiten camino en Gaza y Cisjordania.
Sabemos del Mediterráneo, de los asentamientos de trabajadores extranjeros, sabemos de la violencia a la que está
sometida la vida en nuestros barrios y suburbios, de los desahuciados de
viviendas, etc.
· Sigue la espiral del odio y el poder a alturas enormes que enriquecen aún
más, todavía más, a los ya enriquecidos en el ejercicio del dolor, la
corrupción, la opresión.
· Y sobre todo esto, Jesús, tiene el coraje de anunciar que la respuesta a
su propuesta será recibir una medida generosa, colmada, rebosante.
Por eso mi admiración: Anunciar eso
con decorados de éxito, es comprensible, pero, ¿conociendo cómo está el patio?
Solo encuentro una explicación: El
conocimiento que tenía del Padre, la confianza en el Padre, la identidad con el
Padre convencido que su propuesta, a pesar de las lágrimas, es plenitud de
humanidad, de hijos que comparten y participan de lo que Dios es.
Creo que merece la pena seguir a
alguien como Jesús.
Un abrazo
José Luis Molina
20 de febrero 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario