Hace un momento estaba comunicándome
por whats-app con una persona que , actualmente, está pasando por situaciones
difíciles.
Cuando aparecen estas circunstancias
lo primero que te ocurre son las “famosas” “palabras de consuelo”, frecuentes su
uso y las mayorías de las veces, inútiles. Yo, desde mi experiencia, he tenido
que soportar, más de una vez, esta lluvia de palabras que, en unos casos, te
hacen saltar exasperado. En otras guardas la exasperación reprimiéndola.
Y es que, cuando algo duele, duele. Y
la solución no está en decir que pasará, Ahora está doliendo.
Entonces, ¡qué hacer?
Engañar, tampoco. La mayoría de las
veces lo mejor es hablar poco, simplemente estar
Pero es necesario que ese estar se
haga ostensible. No necesita, para ello, de muchos aspavientos. Por eso hay
veces que es necesario decir una palabra.
Entonces ¿qué?, ¿cuál?, ¿cómo?.
Hoy me acordé del texto de Jeremías
de este domingo:
“Bendito quien
confía en el Señor y pone en él
confianza. Será un árbol plantado
junto al agua,
que junto a la
corriente echa raíces; cuando lle-
gue el verano sus
hojas se harán fuertes” /Jr.17,7)
Pero claro, es verdad que, pese al texto,
cuando duele, duele y, en tiempos de sequía, hasta el río se puede secar.
Mi manera de situar a esta persona
que sufre frente al texto de Jeremías fue;
No estás solo. Dos te lleva de la
mano. Dios nos lleva de la mano. Esto no nos quita las rozaduras y las llagas
que en el camino se provocan. Dios nos lleva de la mano no para que seamos héroes,
sino para situarnos con sentido en cada momento que vivamos.
Si este sentido sigue con nosotros,
nos hará bien.
A quien dirigía estas palabras, pido
perdón por usarlas en esta reflexión, pero en este momento no puedo separar las
dos circunstancias. En la reflexión destilaba lo que vivía.
Y lo que me parece importante es que,
después de la reflexión anterior, seguí con la lectura del texto del Evangelio
de Lucas: Las bienaventuranzas y las malaventuranzas porque en Lucas, frente a
Mateo, también son ocho, pero las reparte diferentes: Lucas escribe cuatro
bienaventuranzas y las enfrenta a otras cuatro opciones opuestas.
Y, como síntesis, entendí que las
cuatro bienaventuranzas son de bendición porque quien vive así va cogido de la
mano de Dios. Las cuatro de maldiciones prefieren conducirse por otros caminos.
Buen viaje
José Luis Molina
13 de febrero del 2022
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