domingo, 30 de julio de 2023

TESORO SIN PIRATAS

 



 

Seguimos con las parábolas del Reino.

El Reino de los cielos se parece…

Por tanto, lo que comentábamos la pasada semana sirve para ésta. Jesús, a través de estas parábolas, nos va proporcionando las notas características y esenciales que tiene el Reino de Dios para aquellos que lo acogen:

·      Insertado en el mundo con un perfil definido que no soporta la ambigüedad: trigo y cizaña.

·      No poniendo los fundamentos de su ser en la grandiosidad, el poderío, la fuerza y la imposición o la categoría jerárquica, sino en la pequeñez de la mostaza pero, no obstante, capaz de soportar y sostener la vida que en sus ramas anida.

·      No es el Reino de los cielos un conjunto de enunciados teóricos y doctrinales que permanecen, además, inoperantes frente a la realidad, sino que es levadura de transformación, impulso que dinamiza la transformación de la realidad en servicio y beneficio del ser humano, imagen y semejanza de Dios.

 

Pues bien, hoy seguimos con las parábolas del Reino

Porque las de hoy, el tesoro escondido  o la del mercader de perlas finas, nos ponen de una manera clarividente frente a una característica esencial: la radicalidad, la absolutez, la ausencia de ambages.

Sí, ya me parece estar oyendo voces que me dicen que no se puede ser tan extremado.

Si es así, que borren estas parábolas de los evangelios.

Ciertamente que esto no quiere decir, no es lo que yo estoy diciendo,  que hay que ser fanáticos. Ni excluyentes. Ni inquisidores. Ni obstruccionistas a los avances científicos, tecnológicos, etc. Todo lo contrario.

Pero, como dice Pablo, a los que aceptan el Reino de Dios, todo les sirve para el bien, pero para el bien colectivo .

Y es, por ello, que si hay una tecnología que cosifica,  una humanidad que deshumaniza, no podemos prestarle nuestra adhesión, sino aplicarles   nuestra capacidad de levadura.

Y recojamos la expresión: El que tenga oídos, que oiga.

Hemos bajado el listón. Nos hemos cansado de denunciar que no aceptamos   se nos ofrezcan peces que no sirven para comer.. Recuerdo aquellos años del postconcilio Vaticano II  donde estrenábamos luz, , ojos abiertos a una Buena Noticia que nos resultaba nueva, apasionante, esperanzadora.

Se le dio la vuelta a muchas cosas. A otras, si no se llegó a tanto, se alcanzó a plantear que había que hacerlo.

Pero, en general, nos hemos cansado. Hemos vuelto a la mitra y al poder institucionalizado; a fuerza de repetirlo, nos hemos convencido de que no es para tanto, hemos vuelto a predicar la virtud de la paciencia para esperar la liberación colocándola en el más allá y se han silenciado los gritos que claman con dolores de parto por un cielo nuevo y una tierra nueva, y hemos vuelto a bendecir lo que fiera necesario.

Pero nos da miedo, un miedo que nos da impotencia para hipotecar nuestra vida, la orientación y fundamentación de nuestros ámbitos  y hábitos personales, familiares, colectivos, sociales y laborales en función por la opción de ese tesoro y esa perla fina.

No habla de componendas el Evangelio de hoy. No habla de buenas maneras para cohabitar y co-medrar con la cizaña y los peces inservibles. Habla de radicalidad, absolutez,  de opción global por el Reino.

Termino con una bendición:

Dichosos los “bautizados “

dichosas las “comunidades de    bautizados”,

 que dan señales del Reino que hemos ido contemplando a través de estas parábolas

porque nos evangelizan,

nos ofrecen motivos para la esperanza, su experiencia nos salva .

Que bendecirlos nos ayude      a acogerlos y asumirlos. 

Un abrazo

José Luis Molina

30 de julio del 2023                                                          

 

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