Seguimos con las parábolas del Reino.
El Reino de los cielos se parece…
Por tanto, lo que comentábamos la
pasada semana sirve para ésta. Jesús, a través de estas parábolas, nos va
proporcionando las notas características y esenciales que tiene el Reino de
Dios para aquellos que lo acogen:
· Insertado en el mundo con un perfil definido
que no soporta la ambigüedad: trigo y cizaña.
· No poniendo los fundamentos de su ser en la grandiosidad, el
poderío, la fuerza y la imposición o la
categoría jerárquica, sino en la pequeñez de la mostaza pero, no obstante,
capaz de soportar y sostener la vida que en sus ramas anida.
· No es el Reino de los cielos un conjunto de enunciados
teóricos y doctrinales que permanecen, además, inoperantes
frente a la realidad, sino que es levadura de transformación, impulso que
dinamiza la transformación de la realidad en servicio y beneficio del ser
humano, imagen y semejanza de Dios.
Pues bien, hoy seguimos con las parábolas
del Reino
Porque las de hoy, el tesoro escondido o la del mercader de perlas finas, nos ponen
de una manera clarividente frente a una característica esencial: la
radicalidad, la absolutez, la ausencia de ambages.
Sí, ya me parece estar oyendo voces
que me dicen que no se puede ser tan extremado.
Si es así, que borren estas parábolas
de los evangelios.
Ciertamente que esto no quiere decir,
no es lo que yo estoy diciendo, que hay
que ser fanáticos. Ni excluyentes. Ni inquisidores. Ni obstruccionistas a los
avances científicos, tecnológicos, etc. Todo lo contrario.
Pero, como dice Pablo, a los que
aceptan el Reino de Dios, todo les sirve para el bien, pero para el bien
colectivo .
Y es, por ello, que si hay una
tecnología que cosifica, una humanidad
que deshumaniza, no podemos prestarle nuestra adhesión, sino aplicarles nuestra capacidad de levadura.
Y recojamos la expresión: El que
tenga oídos, que oiga.
Hemos bajado el listón. Nos hemos
cansado de denunciar que no aceptamos se
nos ofrezcan peces que no sirven para comer.. Recuerdo aquellos años del
postconcilio Vaticano II donde
estrenábamos luz, , ojos abiertos a una Buena Noticia que nos resultaba nueva,
apasionante, esperanzadora.
Se le dio la vuelta a muchas cosas. A
otras, si no se llegó a tanto, se alcanzó a plantear que había que hacerlo.
Pero, en general, nos hemos cansado.
Hemos vuelto a la mitra y al poder institucionalizado; a fuerza de repetirlo,
nos hemos convencido de que no es para tanto, hemos vuelto a predicar la virtud
de la paciencia para esperar la liberación colocándola en el más allá y se han
silenciado los gritos que claman con dolores de parto por un cielo nuevo y una
tierra nueva, y hemos vuelto a bendecir lo que fiera necesario.
Pero nos da miedo, un miedo que nos
da impotencia para hipotecar nuestra vida, la orientación y fundamentación de
nuestros ámbitos y hábitos personales,
familiares, colectivos, sociales y laborales en función por la opción de ese
tesoro y esa perla fina.
No habla de componendas el Evangelio
de hoy. No habla de buenas maneras para cohabitar y co-medrar con la cizaña y
los peces inservibles. Habla de radicalidad, absolutez, de opción global por el Reino.
Termino con una bendición:
Dichosos los “bautizados “
dichosas las “comunidades de bautizados”,
que dan señales del Reino que hemos ido contemplando
a través de estas parábolas
porque nos evangelizan,
nos ofrecen motivos para la
esperanza, su experiencia nos salva .
Que bendecirlos nos ayude a acogerlos y asumirlos.
Un abrazo
José Luis Molina
30 de julio del 2023
No hay comentarios:
Publicar un comentario