Las imágenes son formas actuales de
personas que
son víctimas de como espíritus
endemoniados
poseen, dominan y destrozan sus
vidas.
A los demonios no se les ve. Están
ocultos.
Ellas son sus víctimas
Hoy el evangelio también nos habla de
eso. Pero pensemos bonito, con calma.
En esas referencias que os he hecho a
películas, o a novelas, siempre presentan a los poseídos por espíritus
inmundos, endemoniados, como intolerantes con todo lugar, palabra, gesto o
acción que tenga una referencia religiosa, con Dios, etc. No soportan signos religiosos: la cruz, el
agua bendecida, las procesiones, el templo y los oficios religiosos, etc. Yo
mismo, desde mi experiencia pastoral he sido testigo de como, pretendidos
posesos, se tenían aprendido el relato y reaccionaban de esa manera en los
momentos y circunstancias referidos.-
Por consiguiente, está extendido y
afianzado el argumentario de su intolerancia, de ese reaccionar violento,
agresivo y de rechazo en situaciones donde prevalecía o predominaba el clima
religioso.
Pues bien. Después de estas
consideraciones, les invito a que se pregunten, yo me lo he hecho muchas veces,
qué hacía un endemoniado en un espacio religioso como a sinagoga.
Esto es indicativo de que hay que
leer el pasaje de otra manera. Que no es una fotografía del paisaje de la
sinagoga, ni una instantánea de sus devotos.
Hagamos el ejercicio de comprensión
de otra manera.
A la sinagoga llegaron Jesús y sus
discípulos. Jesús ha comenzado ya su tarea de evangelizar, de presentar al
Padre y su proyecto, de proclamar el año de gracia del Señor y acometer tares
de liberación de aquello que esclaviza, frena, obstaculiza, es impedimento para
el crecimiento del ser humano como hijo de Dios.
Pero allí, en la sinagoga, había
mucho más público. Bien, pues entre ellos estaba, tan tranquilo, tan ancho y
pancho , el endemoniado, hasta que llegó Jesús.
Y fijémonos en las reacciones: Los asistentes se asombran de las enseñanzas
de Jesús. Eran diferentes y hasta contrarias a las de los escribas. Les
causaban asombro y admiración pero no se encolerizaban frente a ellas. Al
contrario, reconocían que Jesús hablaba con autoridad, es decir, no hablaba ni
de memoria ni de rutina, sino que, convencido, desde su experiencia presentaba
a Dios y su buena noticia con autoridad.
Y allí, en medio de ellos, el poseído
de espíritu inmundo. Ese sí reacciona
violentamente, crea conflicto, hay lucha, oposición, rechazo pero, ante
la palabra de Jesús, sucumbe . Y Jesús, libera, lo cual provoca cuestionamiento
en el auditorio.
De todo lo dicho, mi interpretación
es que si el espíritu, los demonios, eran las fuerzas y esfuerzos de oposición al proyecto de Dios,
y por ello, enfrentado con Jesús, este espíritu inmundo era la propia sinagoga,
el sistema religioso que esclavizaba a la gente y eran obstáculo, escandalo,
para poder acercarse a Dios. Desde el sistema religioso de templo, la sinagoga,
era imposible tener experiencia del Dios de la misericordia, el perdón y la
justicia. Solo tenían experiencia de un Dios que castiga y al que temían y del
que no sabían como huir.
Concluyendo: Entonces, en aquel tiempo, tenemos el relato.
Pero, ahora, ¿qué?. ¿Somos profetas
anunciadores del Dios de Jesucristo? ¿Liberamos o seguimos esclavizando? El
evangelio que transmitimos, ¿vive con muchos “negros”, “emigrantes”, “sudacas”,
etc
O mantenemos dentro del sistema la
apariencia, las rutinas, las formas? ¿Proponemos la coherencia y la honestidad
con nosotros mismos y con los demás? ¿Nos involucramos en el proyecto de Dios
en espacios más allá de la dimensión religiosa en compromisos comunitarios?
El evangelio de hoy es descubrir,
asumir y comprometerse con la dimensión liberadora de Jesús para con uno mismo
y para los demás.
Un abrazo
José Luis Molina
28 de enero del 2024