Mar de Galilea
Desde el principio quiero llamaros la
atención sobre los siguientes elementos:
Por un lado tenemos a Jonás frente a
Nínive, la gran ciudad, símbolo de la humanidad inmensa. Para recorrerla, para
servirla, para evangelizarla, para proponerle la Buena Noticia del proyecto de
Dios se necesitaban tres días. El número tres, símbolo de unidad en la totalidad.
Simboliza el pasado, el presente y el futuro, las tres dimensiones del tiempo.
O, lo que es lo mismo, siempre.
No es, pues, una tarea de un ratito,
unas horitas, un tiempito o una porción de uno mismo. Es Jonás en su totalidad
andando y recorriendo en su tarea.
Se les da un plazo para la conversión:
cuarenta días. El número cuarenta: Toda la vida. Es toda la vida como
oportunidad de cambio.
Pero los ninivitas tienen dos
posibilidades:
Uno.-Haber ignorado la propuesta, la
llamada a la conversión y mantenerse en su opción por un mundo que se coloca de
espaldas a la conversión al proyecto de ciudad que Dios ofrecía. En tal caso se
hubiera quedado fuera de Dios, de espaldas a Dios : eso es el castigo. Esto no
es extraño que ocurra: Con harta frecuencia no toleramos, no admitimos vernos
frente al espejo que nos confronta. Negamos lo que es evidente (mecanismo de
defensa negacionista) y así bloqueamos la posibilidad de conversión.
La otra posibilidad admitir las
evidencias y asumir esa tarea de
lograrme en nueva humanidad. Y para eso
tenían cuarenta días, toda la vida. Esta es la síntesis esencial de la vida
cristiana.
Y nos pasamos al evangelio: Una
continuación metodológica del del domingo anterior. Hace siete días se nos
planteaba la llamada. Hoy se permanece en la misma intención: Llamada, pero una
llamada para una tarea: Ser pescador de hombres. Los pescadores de pescado se
vuelcan sobre el pescado. Los pescadores de hombres hacen de la humanidad su
razón de ser.
Todo esto, unido con el dejar las redes,
solo puede entenderse desde la radicalidad de la totalidad del tres, SIEMPRE,
tarea que da sentido y conforma toda mi vida.
Ser pescador de hombre es hacerse
humanista, pero no humanista teórico. Es vivir para lanzarse al mar de la vida
en favor de la humanidad. Y con absolutez. Dejar las redes no es bañarse y
guardar la ropa. Es un acto de fe en quien me fío.
Vamos, pues, avanzando en nuestro
proceso de oración y reflexión a lo
largo del año litúrgico:
1º.- Sabernos llamados, sentirnos
llamados y esto nos hace felices y lo celebramos.
2º.- Llamados para una tarea para la
que hemos sido ungidos: ser luz de los ciegos, libertad de los cautivos, año de
gracia, vida de gracia del Señor para todos.
Que así sea. Un abrazo
José Luis Molina
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