El texto de la “tempestad calmada” de
este domingo ha sido un texto que, desde
hace mucho, me dio quebraderos de cabeza.
La elaboración del mismo, sus
elementos, todo él, en un primer impacto, producía en mí una sensación extraña.
Recibía “ciertas explicaciones” que yo “aceptaba”, pero siempre quedaba
flotando en el aire unos puntos suspensivos que, como las estelas de los
aviones, por el aire se iban expandiendo
y perdiendo intensidad, pero ahí estaban.
Me sorprendía y, en algún momento
empezó a querer cristalizar la imagen de un Jesús al estilo de los dioses del
Olimpo, lanzando rayos como Zeus o interpelando a las tormentas o a las olas
como en el mejor pasaje de la Odisea. Era un dios que presumía de serlo, que
esperaba los aplausos del final. O la teatralidad de un Jesús dormido en la
popa de una barca pequeña, que casi se llenaba de agua, y él, con su cabeza
apoyada sobre un cojín o un fajo de tela y, a pesar de la salpicadura o
“baño”, el estruendo, el fragor de luchar contra los elementos por parte de la
tripulación, no se alteraba su plácido descanso y su profundo dormir. Todo esto
me hizo pensar, más de una vez, si no
sería que Jesús se estaba haciendo el dormido para esperar el momento oportuno
y calmar el viento.
Y, a todo esto, cuando lo despiertan,
los califica de falta de fe. ¿De qué fe habla si se estaban yendo a pique?
Pues bien, con el transcurso del
tiempo, de mucho leer, estudiar, reflexionar, evolucionar en mi comprensión, fui
encontrando un sentido y profundidad que se me escapaba, que ni sospechaba.
Empecé por que la intencionalidad del
evangelista no era mostrarnos a un dios SUPERMAN sino un Dios humanizado en
favor y beneficio de la humanidad y todo ello para que lo entendiéramos no solo
desde una referencia religiosa y no más, sino como referencia vital y absoluta.
Es el dios del mar y las rocas de la primera lectura. El evangelista Marcos
pretende decirnos no tomemos a Jesús desde la mentalidad de los “mínimos”,
según buenamente se pueda, sino como una experiencia transcendente,
totalizante. Eso es él. Esa es la
respuesta a la pregunta ¿quién es éste que hasta el viento, el mar, la
tormenta, el oleaje les están sometidos? Pero seríamos falsos, hipócritas,
teóricos al menos, si nos quedamos en el reconocimiento de esta autoridad,
“poder” físico sobre las cosas y luego nosotros “pasamos olímpicamente de él.
Y otro gran tema: LA FALTA DE FE.
¿Por qué dice esto?
La fe es la aceptación de lo que él
propone.
Falta de fe es mezquindad,
incoherencia, en esa aceptación.
Cuando en la Iglesia, en la Comunidad
de sus discípulos, aunque se siga usando a Jesús se hable de ser su “barca”, que en ella va,
pero lo haga “dormido en la popa”
(procesiones, grandes manifestaciones religiosas, discursos piadosos en
medio de la indiferencia y disimulados por la apariencia) pero dormido, es
decir excluidos porque el navegar, el existir y el operar de esa comunidad se
haga a espaldas de él, excluyéndolo de ser piedra fundamental y fundante, la travesía no tiene
futuro, está amenazada de excluirse del Reino, de hundirse en las profundidades
de las aguas arrasadas por el viento.
Analicemos a la luz de este texto las
realidades de nuestras comunidades en sus aspectos de compromisos, de objetivos,
de fundamentación de esos objetivos, de las metas y las tareas. Reflexionemos y
analicemos divisiones, falsas de transparencias, mediocridades, etc. Y tengamos
siempre presente. Recurramos a Jesús sin olvidar nunca que la barca no está a
nuestro servicio, conveniencia, oportunidad, etc sino al servicio del Reino y
que esto puede acarrear incomodidades y complicaciones difíciles de resolver.
Un abrazo
José Luis Molina
23 de junio del 2024
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