Hoy, la reflexión, quiero plantearla
directamente a partir de la primera lectura que es de Ezequiel.
Y pretendo que sea breve y directa.
Todo lo demás puede distraer el centro de la Palabra.
Dice Ezequiel:
“El Espíritu entró en mi, me puso en pie y me envió a los israelitas”
Decimos los cristianos:
“Por el
Bautismo y la Confirmación afirmamos haber
recibido el Espíritu, éste se ha derramado sobre nosotros.”
· ¿Para qué?
· ¿Dónde me ha enviado?
· ¿He ido?
· ¿Cuándo?
· ¿Ya he vuelto?
· ¿Se ha terminado el “encargo”?
A Ezequiel no lo engañaba. Le decía de
la testarudez de los destinatarios y del rechazo y posible ponerse en contra:
“Te hagan caso o no te hagan caso”
Ellos son así, esa no
es tu responsabilidad, sino la de ellos. La tuya es que sepan que entre ellos
hay un profeta y que su palabra interpreta los acontecimientos desde la luz de
Dios y muestra la toma de posicionamiento.
Y aquí está el subrayado para
nosotros, lo que nos debe importar.
No se trata del éxito que obtengamos,
de la capacidad de convencimiento. (En muchos casos históricos esto ha
terminado en una manipulación de las conciencias). De lo que se trata es de
nuestra fidelidad, de nuestra honradez,
de nuestra coherencia con nosotros mismos, con lo que decimos, lo que ofrecemos
y la vida que construimos.
Evangelizar
es ser profeta en medio del mundo en medio de la tarea cotidiana para que, al
hacerla, en el cómo hacerla, para qué
hacerla y a quien se beneficia con ello, pueda descubrirse que Dios está
hablando ahí. Luego, la reacción de ellos, ya es de su responsabilidad.
Y
con esto termino. Que por nuestro hacer, por cómo lo hagamos y para quién lo hagamos
se sepa que ahí hay presencia de Dios, hay un profeta suyo: Tú, yo,
nosotros…
Un
abrazo
José
Luis Molina
7 de
julio del 2024
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