jueves, 3 de octubre de 2024

LEER DESPACIO LA CARTA DE SANTIAGO

 



 

Voy a empezar fijándome en la segunda lectura, la Carta de Santiago y dedicándole mi admiración, elogios y mucho tiempo de reflexión que, por mucho que sea, no será suficiente porque la verdad es ue no tiene desperdicio y cuanto más se profundice en ella más enjundia obtendremos si con honradez la buscamos.

Cuesta trabajo situase de frente a la franqueza y claridad con la que el autor de esta epístola se expresa..

Y cuesta trabajo porque, al leerla sabemos que tiene razón.

Tiene razón en el terreno del mundo social, económico, político. La envidia y la rivalidad, el afán y la competencia por el poder estamos acostumbrados a ver como progresivamente va deteriorando la clase política, la tarea política, las relaciones internacionales.

Somos testigos de lo bajo que pueden caer y caen aquellos que se consideran representantes del pueblo y tienen que velar por el bien común. ¿Cómo se puede , consecuencia de esas envidias y rivalidades, ir en arremetida contra aquello que tienen  que defender y hacer posible y a los valores que nos dignifican  a los humanos los pisotean? La actividad política se ha convertido en una auténtica carrera por ver quien es capaz de superar el desvarío del competidor más cercano.

Cuesta trabajo, también, situarnos con frontalidad a título personal. Cada uno de nosotros sabremos de en qué medida tenemos esto como dato de experiencia y  es una parcela sobre la que nuestra reflexión personal es intransferible.

Otro tanto podría decirse del terreno familiar. ¿Cuántas rivalidades y sucios manejos en las relaciones afectivas, hereditaria, etc?

Pero, de manera especial, os invito a que, en nuestra reflexión pongamos la lupa de manera especial en nuestros respectivos espacios y realidades religiosas, de fe, pastorales, etc.

La carta de Santiago puede servir para cualquiera pero, de manera especial, está redactada y dirigida a los discípulos, a los bautizados, donde, por eso de andar en una vida nueva, , de una forma nueva, y con valores nuevos, estas cosas deberían estar superadas o en constante proceso de superación. Y para eso debería servirnos la comunidad cristiana. Para eso deberíamos servirnos unos a otros. Pero me parece trágico, deplorable constatar la experiencia de todo lo contrario.

Santiago habla desde la experiencia a los bautizados. Nosotros, bautizados, debemos leer a Santiago confrontándolo con nuestra experiencia.

¿De cuántas veces tenemos datos de como en nuestros grupos de fe, religiosos, comunitarios, catequéticos, las envidias de los dones de los otros, las rivalidades por no quedarse para atrás y ser primeros y destacados, generan toda clase de males, provocan divisiones, impiden avanzar, vician el ambiente, la convivencia y obstaculizan la paz si no la hacen imposible? Y de esto tenemos experiencia, lamentablemente , desde el Vaticano hasta la esquina de nuestra calle y los rincones de nuestras sacristías. Y, además, seamos conscientes de la responsabilidad moral que nos corresponde ante el riesgo de ser obstáculos para la fe.

Y tampoco nos autoengañemos. No es una paz ramplona, infantil como “vamos a darnos la mano” o “vamos a darnos un abrazo” mientras nos sigue ardiendo el rencor.

Santiago dice que la paz da como fruto la justicia. Y viceversa. Otro tanto podría añadirse que la paz es fruto de la justicia.

Para terminar esta reflexión creo que viene muy oportunamente aquel poema de S. Pedro Casaldáliga titulado “Equívocos” a quien Ricardo Cantalapiedra lo hizo canción.

Con él os dejo. Espero os sirva.

Un abrazo

José Luis Molina.

22 de septiembre del 2024

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