Ese breve instante que se acaba
es infinitud, eternidad que llega;
vivirlo, rebasado, aún te lleva
más allá del hoy sin ser mañana
pero, paladeado con intensidad,
se te queda en memoria y vértigo que fluye
sin bridas que frenarlo pueda.
Cierras los ojos, te abrazas al alma
y solo el “ser” puede darte
respuesta
desde un silencio blanco y envolvente
para pasar impúdico, inevitablemente,
al instante siguiente cada vez más desnudo,
más despojado cada vez, por nada
revestido, solo la piel de escamas nacaradas
reflejando los años y los días incompletos de tiempo
y ávidos para acoger el infinito que llevabas
José Luis
Molina
20 de abril del 2021
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