sábado, 1 de mayo de 2021

LA NATURALEZA, ICONO DEL REINO

 



Frente al evangelio de hoy y  las imágenes de la vid y los sarmientos, me acordé de que hace aproximadamente un mes, ví una película que, si alguno no ha visto se la recomiendo pues se encuentra en YouTube gratis y en rtv.es a la carta. Es de 2016, dirigida por Iciar  Bollaín y sus principales protagonistas  son Anna Castillo, Javier Gutiérrez y Pep Ambrós.

La película se titula EL OLIVO.

Es una película, a mi juicio, muy interesante y con una interesante lectura desde la fe. Alma, la protagonista, y su abuelo, están profunda y vitalmente muy vinculados , y el abuelo, a su vez, lo está con el olivo milenario. Por el olivo le lega toda la fuerza de su identidad histórica, ancestral, y, a su vez, en el olivo, la  nieta se encuentra con la esencia del abuelo. En un momento definitivo el abuelo dice a sus hijos: Ese árbol es mi vida y vosotros queréis quitármela. Pero ellos valoran más la fuerte cantidad de dinero que le dan por el árbol milenario que todo lo anterior y lo venden. El abuelo cae en un hermético mutismo que lo va minando y la nieta toma la quijotesca, utópica y esencial decisión de rescatar el olivo.

No les cuento más por si siguen mi consejo y la ven.

La película no plantea el tema religioso para nada. Alma, la nieta, es una jovencita con las características de la juventud actual. Pero la película no va de eso ni tiene intención moralizante pero es una interrogante parábola que en agún momento también se permite un guiño evangélico. El hijo mayor le dice al padre: Toda la vida te hemos estado trabajando estas tierras y nunca nos has dado nada. Pero si habla de injertos, de vida transmitida, recibida, alimentada. Cuando, al final de la película, parece que la nieta regresa derrotada, nada más lejos de la realidad: Trae una rama del olivo que injerta, planta y le da continuar la vida porque ella es, con su abuelo, un sarmiento más engarzados en la vida. Es la fuerza de la utopía de la vida.

Los hijos del abuelo, aunque teóricamente (biológicamente), entroncados con la vid, no son reamente sarmientos: solo sirven para encender la hoguera que va agrediendo la vida del abuelo aunque, en el caso de la película, la fuerza en el sarmiento, que es la nieta, los rehabilita.

No sé si todo lo que les llevo compartido les aporta algo a la reflexión de hoy. En definitiva la identidad no está en el apellido sino en el ADN, entendiendo que, al decir ADN me estoy refiriendo a lo esencial, lo nuclear del ser. No somos hijos  por el apellido recibido ni padres por el espermatozoide y óvulo utilizados sino por la vida transmitida y recibida.

  El sarmiento, que bebe la savia que le ofrece la vid, da fruto y  la vida de la vid está en él. El que se nutre de otra planta no dará uvas porque su savia es otra. Es, por tanto, la vida construida, la vida transmitida, la vida compartida, la vida peleada, la que avala nuestro entroncamiento en la vid.

                             José Luis Molina

                                         2 de mayo del 2021

1 comentario:

Adri dijo...

Hermosa reflexión, y ya de ley toca ver la película, muchas gracias por compartir tus reflexiones, nos catequizas con ellas 🤗