domingo, 25 de abril de 2021

DE PASTORES, OVEJAS, LOBOS Y ...ALGO MÁS

 







 

En los parámetros en los que se mueven las claves del pensamiento actual, tal vez, solo digo tal vez, la figura que hoy nos presenta el evangelio no sea demasiado empática (todo lo contrario que en tiempos pasados) y pudiera provocar animadversión o cierto rechazo por calificarla de manipulación, paternalismo y un montón de cosas más.

Frente a eso, se me ocurre hacer algunas disquisiciones que tal vez puedan ser de interés.

Empecemos por las ovejas. Las ovejas no so unos animales tontos que no sabe para dónde ir o que, como borregos, Vicente va donde va la gente.

No, las ovejas eran animales fundamentales en Israel: De ellas se obtenía leche, queso, lana (fundamental para los tejidos de entonces), carne y abono para la tierra. No son excesivamente exigentes y permitían la trashumancia buscando pastos donde los hubiera. Por todo ello, la entidad del “ser ovejas” es importante. Además no son animales agresivos, son “buena gente”. Y por ello, que el ser humano, en la parábola, aparezcamos ubicados en ellas es de muy positiva consideración.

Otra cosa es lo que con estos seres humanos, con estas ovejas se puede hacer. En vez de ayudarlas a su desarrollo en plenitud las “utilizan” para beneficios egoístas. Piensen que uno de los grandes negocios comerciales en Israel se fundamentaba en las ovejas y estaba en manos de los sacerdotes. Ellos poseían mayoritariamente estos rebaños (aunque se los cuidaran otros) y eran los vendedores principales para las ofrendas del templo, con lo cual el negocio era redondo. (  ¿Se acuerdan del cabreo de Jesús con los mercaderes del templo?). ¿A qué ya el relato les está oliendo un poco a lobos?

Ir juntas las ovejas tiene una bonita lectura: son seres sociales y sociables, se requieren los unos a los otros, “son-con-los-demás”.

 

 

Pero esto también puede ser utilizado por los lobos. Si alguna levantaba la cabeza de grupo para mirar la realidad, crecidas en el temor a los lobos, la obligaban a bajarla, con lo cual, lo que era una virtud positiva, la socialización, manipulada se convierte en un impedimento para el desarrollo.



El buen pastor es otra cosa: conoce a las ovejas y éstas le conocen. Y eso no es cuestión de un rato, ni de buenas palabras y bonitas apariencias. Porque cuando solo es eso, a la hora de la verdad, queda al descubierto.

No, este conocerse las ovejas y el pastor bueno es el resultado de la “com-pasión”, del caminar juntos, de construir-con-los-demás. De compartir vida con los otros, de constituir un rebaño, es decir, un proyecto de humanidad concreto, no cualquiera, donde la piedra angular se descubre en el caminar con el buen pastor, por donde el buen pastor  y como el buen pastor. No a golpe de titulares y rótulos, sino de zapatillazos. Porque si ampliamos   la focalización oiremos decir pronto que él (un buen pastor) va delante de nosotros  para encontrarnos en Galilea, la Galilea de los gentiles, la humanidad abierta para que nosotros continuemos su pastoreo en ella, que no es proselitismo sino tarea,  trabajo de humanizar la humanidad invirtiendo nuestra vida en ello.

                        José Luis  Molina

                                            25 de abril de l2021

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