Ha llovido:
huele la tierra.
Un mirlo voló en mi patio.
Escuché su llamada
a pesar de su pico ocupado
con algo para su cría
que andaba entre los geranios.
He llorado
han desfilado ante mi
aquellos a quienes quise y quiero,
que también me quisieron
y marcharon.
En un momento, pesada, muy pesada,
me ha pesado la ausencia.
Pero también la Pascua ha sonado
metida entre los setos de mi patio.
Ya es atardecer, los pájaros
componen una melodía inacabada.
Algo así será la eternidad:
un atardecer cantado,
un amanecer cantado,
un atardecer sin miedo a la noche,
un amanecer carente de nocturnos sobresaltos.
En el muro del patio
el sol dora los platos colgados,
por eso no cuelgan inertes,
su brillo dorado
aumenta sus colores,
colores de manos de artesanos
Que los hicieron brotar allí.
No son platos inertes,
son platos resucitados.
No es inerte el agua caída:
es agua que ha regado.
Ni fantasmal ha sido
el desfile presenciado:
también lo iluminó este sol vespertino.
He cerrado los ojos,
he rezado,
he llorado y he reído
porque sigo enamorado.
José
Luis Molina
5 de abril dl
2021
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