Busqué una cajita, de esas en forma
de cofre.
En ella puse un trocito de tela que
guardaba como reliquia con una mancha de sangre señalada.
También una margarita que corté en mi
patio y otra, silvestre, que cogí mientras paseaba. No sé si mientras hacía
esto me entró algo en el ojo. Lo cierto es que hizo brotar una lágrima que
también cayó dentro de la cajita. También, con maestría, fui capaz de alcanzar
una nube, un sueño, y meterlo en la caja.
Solo me quedaba una cosa: Mientras la
cerraba, deposité un beso.
Después me quedé mirando la cajita
cerrada. Me había quedado como vacío.
Tenía miedo de volverla a abrir. Pero
lo hice.
La cajita me devolvía un perfume. Es
el que uso en días señalados, cuando quiero que me envuelva un halo
inconfundible. En él está la tela, la sangre, las flores, la lágrima, el beso y
la nube.
Ha amanecido
¡Feliz Pascua de Resurrección!
José Luis Molina
16 de abril del 2022.
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