viernes, 15 de abril de 2022

EL SILENCIO DE DIOS Y EL FIN DE LA HISTORIA

 

 

El Silencio de Dios y el Fin de la Historia

 

 

 


En  Religión Digital me encontré este articulo de Guillermo Jesús Kowalsky  y me pareció interesante porque aporta aspectos importantes para la comprensión y reflexión sobre el Viernes Santo desde una perspectiva muy insertada en la realidad. Por ello he decidido suprimir el aporte de mi cosecha para ofreceros éste  que os presento y que espero os aporte perspectivas que os fortalezcan en el compromiso desde el Calvario. Es un fragmento del artículo del autor con dicho título

Creo que después de leerlo u oírlo, quedaría aclararnos personalmente  cuál es nuestra posición, nuestro lugar, con relación a la CRUZ

José Luis Molina

15 de abril 2022

 

 

 

 

Pecado estructural y complicidad religiosa

En la crucifixión participamos muchos: los que deciden, los que corroen la opinión pública para preferir su muerte a la de Barrabás, los que callan, los que traicionan desde dentro como Judas, los que se lavan las manos como Pilatos, los que huyen con el resto de los apóstoles, etc. El asesinato de Jesús es un pecado estructural. Hace falta todo un sistema de decisiones humanas para llegar hasta allí. Bíblicamente se ha llamado “el pecado del mundo”.

Un pecado que ha corrompido hasta la misma religión poniéndola al servicio una casta privilegiada que “en nombre de dios” manipula conciencias para perpetuarse en el poder y mantener al rebaño imbecilizado con miedos, rituales y sacrificios, pero sin amor ni interés por el mundo. Una religión que no duda en transar con los demás poderes para sobrevivir y que conviene a los poderosos para adormecer la sed de justicia de todo ser humano en la cruz.

¿Qué clase de religión es esa que enseña a tranquilizar la conciencias frente a un crucifijo y tolera ser indiferente con los crucificados de carne y hueso por la religión del más fuerte (ya sea el estado o el mercado)? 

Ese tipo de religión es la que ha permitido y sigue permitiendo las guerras, desigualdades e injusticias mayúsculas evitables. El holocausto se produjo dentro de una cultura conformada por el cristianismo...la mayoría de aquellos facinerosos habían recibido durante años clases de religión cristiana, asistían con frecuencia al culto divino y escuchaban sermones e instrucciones morales. Existió un cristianismo que hizo posible Auschwitz, o al menos no lo impidió (T. Ruster, El Dios falsificado).



La muerte de Jesús es el fin de la era de Adán y comienzo del Reino de Dios y su Justicia

El viernes santo no es un ritual mágico que se le ocurrió a Jesús y que hay que representar supersticiosamente para irse al cielo. Es el fracaso y el final de un modelo de humanidad. Es la lógica de este mundo en la que hemos terminado matando al Hijo de Dios (Mc 12,1).

La muerte de Jesús muestra en qué termina aquello que comenzó bíblicamente con el querer ser como Dios y que fue creciendo hasta la plenitud de los tiempos. Es el fin del proyecto de un ser humano idolátrico, sin Dios, sin hermanos y sin naturaleza.

A partir de este fracaso, el Señor de la vida nos muestra en el viernes santo que la única vida que merece ser vivida es la que es una vida para los demás, que se entrega “porque es muriendo que uno resucita a la vida eterna”. El don de la vida eterna es el triunfo del Amor sobre toda mortalidad y que nos transforma en seres nuevos. Éste es el principio de la nueva historia, la del Reino de Dios, conformado por los bienaventurados a quienes este mundo ha rechazado.

Cristo se metió en la piel del pobre y el que sufre la injusticia, porque la misericordia es ponerse en el lugar del otro. Su compasión no consistió en esa palmadita que solemos dar al que tiene un problema para luego seguir adelante más aliviados. Él llegó hasta el fin, hasta la exageración. La exageración es algo que está más allá de lo que “se debe” y el amor de Dios es así. Para Él nunca es suficiente, pero lo hace en medio de un sublime silencio para no avasallar nuestra libertad, que tanto respeta.

El viernes santo es el día del Silencio de Dios, que es su manifestación más elocuente. En este momento de la historia, el mundo lo ha crucificado en sus paradigmas y la religión lo ha atornillado en sus templos. Sólo nos queda estar con María y su discípulo amado al pie de la Cruz y sus incontables crucificados.

Guillermo Jesús

poliedroyperiferia@gmail.com 

 

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