viernes, 15 de abril de 2022

MAS ALLÁ DEL RITO

 



 

 

 

Antes de que amaneciera blanca mi cabeza, tuve la suerte de contar, en mi caminar, con la presencia de un gurú.

Él me ayudó a mirar lo inescrutable al descubrir que lo tenía ante mí. Recuerdo sus gestos, recuerdo su voz llegando a mi con pausa y recuerdo también su inmensa pasión por la vida.

Me enseñó a mirar las estrellas y me fue dando, aunque a veces no le resultara fácil hacerlo,  el secreto de la poesía que la vida encierra y de la hondura a la que esta vida nos lleva.

Desde y con el rememorar nuestros momentos de comunicación,  mi cabeza se fue plateando y ,creo, fui capaz de ir buscando y, según encontraba, ir rompiendo corsés y abriéndome a la inmensidad, a simplificar los procesos y detenerme frente al hallazgo, a reinventarme con cada uno de esos hallazgos que lograba.

Por este proceso de simplificación ha ido desfilando, creo, y aún lo espero, lo esencial de lo que soy. También mi fe, elemento constitutivamente esencial de mi yo.

Cuando hablo de simplificación no estoy refiriéndome a quitar hondura sino al experimentar como las ondas luminosas, que proceden de un mismo foco, se expanden en línea recta repartiendo su esencia en cualquiera de las direcciones  hacia donde se propaguen.

Pues bien, hoy con calma, me he ubicado, con esta mirada simplificadora, frente al acontecimiento de este día: LA CENA, LA EUCARISTÍA.

Analicemos el foco originario. En el descubrimos: Final de un recorrido. Recorrido vital de liberación y crecimiento ofrecido, compartido. Camino que se hace desde el servicio (no desde la dignidad o el poder), desde el servicio hecho opción por el otro, por los otros. Servicio que se ha recibido y que toca dar.

Servicio al que se nos invita y se nos pide accedamos a realizar: “Haced esto como memorial mío”. Y todo esto celebrado con una mesa compartida, en una cena compartida, con pan de todos y para todos. Y en el máximum, corriendo el  riesgo de que se cuele la traición: “…la mano del que me entrega está en la mesa, a mi lado” (Lc 22, 21) aunque ciertamente estaba en la mesa, pero no participaba de AQUELLA CENA.

Ahora, situados en este foco central, recorramos los rayos de luz que salen de él en una aparente diversificación. Por ejemplo:

·      Los que lloran  porque no son indiferentes al dolor humano, al fuego que mata y a la envidia que destruye.

·      Los que hacen opción por ser pobres para luchar contra la miseria y la acumulación que la genera y buscan el pan de todos para todos.

·      Los pacíficos, los que destruyen la violencia con el perdón y la acogida.

·      Los que trabajan por la justicia de la creación de Dios para toda la humanidad.

·      Los que afrontan persecución por participar de este pan compartido y buscan la igualdad de todo ser humano, hombre y mujer, por encima de raza, orientación, etc.

·     

 

¿Están de acuerdo conmigo en que las bienaventuranzas son trigo que amasa el pan eucarístico y que comerlo es personalizarlas?

Podríamos continuar situándonos en otro rayo de luz. Por ejemplo, las obras de misericordia: enseñar al que no sabe, no arrinconar a los viejos enfermos, acoger a los aparentemente inútiles, liberar de esclavitudes, luchar contra todo tipo de hambre y lo que la provoca. ¿No son cauces por donde hacer concreto el servicio? Pero un servicio no para que me premien sino porque me importa el prójimo al que lo quiero próximo.

Pues así podríamos continuar por otros aspectos que escogiéramos. Os invito a hacerlo: Fijarnos en un rayo de luz concreto: la oración, el trabajo, la vida que construyo, ect  y  ) ver como en él , en la manera y el por qué  lo utilizo, me hace participar de esa CENA PASCUAL que celebramos.

Y solo me queda una cosa: Es una cena en común. Es una cena en plural. Es sacramento de común-unión porque no es tarea individual sino respuestas personales que se embarcan en una nave común.

Feliz Jueves Santo

José Luis Molina

14 de abril del 2022

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