Antes de que amaneciera blanca mi
cabeza, tuve la suerte de contar, en mi caminar, con la presencia de un gurú.
Él me ayudó a mirar lo inescrutable
al descubrir que lo tenía ante mí. Recuerdo sus gestos, recuerdo su voz
llegando a mi con pausa y recuerdo también su inmensa pasión por la vida.
Me enseñó a mirar las estrellas y me
fue dando, aunque a veces no le resultara fácil hacerlo, el secreto de la poesía que la vida encierra
y de la hondura a la que esta vida nos lleva.
Desde y con el rememorar nuestros
momentos de comunicación, mi cabeza se
fue plateando y ,creo, fui capaz de ir buscando y, según encontraba, ir
rompiendo corsés y abriéndome a la inmensidad, a simplificar los procesos y
detenerme frente al hallazgo, a reinventarme con cada uno de esos hallazgos que
lograba.
Por este proceso de simplificación ha
ido desfilando, creo, y aún lo espero, lo esencial de lo que soy. También mi
fe, elemento constitutivamente esencial de mi yo.
Cuando hablo de simplificación no
estoy refiriéndome a quitar hondura sino al experimentar como las ondas
luminosas, que proceden de un mismo foco, se expanden en línea recta
repartiendo su esencia en cualquiera de las direcciones hacia donde se propaguen.
Pues bien, hoy con
calma, me he ubicado, con esta mirada simplificadora, frente al acontecimiento
de este día: LA CENA, LA EUCARISTÍA.
Analicemos el foco originario. En el
descubrimos: Final de un recorrido. Recorrido vital de liberación y crecimiento
ofrecido, compartido. Camino que se hace desde el servicio (no desde la
dignidad o el poder), desde el servicio hecho opción por el otro, por los
otros. Servicio que se ha recibido y que toca dar.
Servicio al que se nos invita y se
nos pide accedamos a realizar: “Haced
esto como memorial mío”. Y todo esto celebrado con una mesa compartida, en
una cena compartida, con pan de todos y para todos. Y en el máximum, corriendo
el riesgo de que se cuele la traición: “…la mano del que me entrega está en la
mesa, a mi lado” (Lc 22, 21) aunque ciertamente estaba en la mesa, pero no
participaba de AQUELLA CENA.
Ahora, situados en este foco central,
recorramos los rayos de luz que salen de él en una aparente diversificación.
Por ejemplo:
· Los que lloran porque no son
indiferentes al dolor humano, al fuego que mata y a la envidia que destruye.
· Los que hacen opción por ser pobres para luchar contra la miseria y la
acumulación que la genera y buscan el pan de todos para todos.
· Los pacíficos, los que destruyen la violencia con el perdón y la acogida.
· Los que trabajan por la justicia de la creación de Dios para toda la
humanidad.
· Los que afrontan persecución por participar de este pan compartido y
buscan la igualdad de todo ser humano, hombre y mujer, por encima de raza, orientación,
etc.
· …
¿Están de acuerdo conmigo en que las
bienaventuranzas son trigo que amasa el pan eucarístico y que comerlo es
personalizarlas?
Podríamos continuar situándonos en
otro rayo de luz. Por ejemplo, las obras de misericordia: enseñar al que no
sabe, no arrinconar a los viejos enfermos, acoger a los aparentemente inútiles,
liberar de esclavitudes, luchar contra todo tipo de hambre y lo que la provoca.
¿No son cauces por donde hacer concreto el servicio? Pero un servicio no para
que me premien sino porque me importa el prójimo al que lo quiero próximo.
Pues así podríamos continuar por
otros aspectos que escogiéramos. Os invito a hacerlo: Fijarnos en un rayo de
luz concreto: la oración, el trabajo, la vida que construyo, ect y )
ver como en él , en la manera y el por qué
lo utilizo, me hace participar de esa CENA PASCUAL que celebramos.
Y solo me queda una cosa: Es una cena
en común. Es una cena en plural. Es sacramento de común-unión porque no es
tarea individual sino respuestas personales que se embarcan en una nave común.
Feliz Jueves Santo
José Luis Molina
14 de abril del 2022
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