(Readaptación de un cuento navideño anterior)
Cuando era pequeño, como a tantos de
nosotros, me contaron el relato de los Reyes Magos de Oriente y de la
maravillosa estrella que los guiaba.
Además vivía en un pueblo no muy
grande, tampoco muy pequeño, y allí, a
pesar de hacer ya mucho tiempo de esto, se hacía una cabalgata.
Los Reyes llegaban al pueblo, por la
carretera de Zafra, desde el chalet de Pilfano hasta el Ayuntamiento, montados en carrozas.
Allí llegaban, saludaban al alcalde (supongo que no sería emulando la visita a
Herodes), desde el balcón principal saludaban al pueblo, (los niños estábamos
todos, creo yo, aunque en aquella época no era de extrañar que de algunos o
bastantes no les hubieran llegado cartas a sus Majestades) y pasaban
también al interior de la Iglesia
Parroquial para saludar al Niño. Aquí se terminaba el espectáculo, que no el
acontecimiento, pues las puertas de la Iglesia se cerraban con los Reyes dentro
y nosotros marchábamos a nuestras casas para acostarnos pronto, como buenos
niños, que no nos dormíamos pero cerrábamos los ojos en espera de nuestros
regalos, si los había o a ver cuáles eran los que aparecían , hasta donde
habían alcanzado las posibilidades reales.
Yo me acuerdo, de manera especial, de
un año concreto. Aquel año, no sé por qué, me llamó especial atención la
estrella que abría paso en la cabalgata. Brillaba de manera extraordinaria. Mi
imaginación, no sé cómo , la veía de oro y de luz, viva.
Con esta imagen me fui a la cama
con un pellizco de miedo, de deseo, de
nervios, de ilusión y de magia, todo entremezclado. Tal vez, por todo esto,
aquella vez no cerré los ojos porque tocaba:
ME QUEDÉ DORMIDO.
No sé si por algún cuento que hubiera
leído, o por alguna explicación en la escuela, lo cierto es que soñé. Soñé con
la estrella que se movía por sí sola. Se elevaba y bajaba, se alejaba y se
acercaba y hacía rutilantes trazados en el cielo.
No sé como pero en un momento me di
cuenta de que la estrella se había convertido en una luciérnaga.
Yo sabía que no es fácil la vida de
las luciérnagas. So especies en peligro de extinción
De pronto descubrí que aquella
estrella, digo, aquella luciérnaga era yo.
Me sentí feliz con las otras
luciérnagas. Juntas iluminábamos la noche, la llenábamos de fantasía.
Cosa rara, yo, luciérnaga, a ratos,
me veía como lo que era, un niño lleno de ilusión con un mundo abierto
convertido en firmamento de estrellas y luciérnagas. Pero con tristeza me daba
cuenta que no iban quedando niños, las luciérnagas iban desapareciendo.
Y entonces mi sueño dio un giro: Me
vi escribiendo a los Reyes, modificando mi carta. En ella les decía que quería
cambiar mi pedido. Que lo que les pedía era que me convirtieran en luciérnaga,
en estrella.
indicando la aurora.
Me desperté como de un sueño muy
profundo. Junto a mi cama estaban mis regalos. Bueno, mejor dicho, mi regalo.
Era un libro del museo Smithsonian.
Lo abrí al azar y apareció un artículo sobre las luciérnagas. Decía así:
“Si cada verano se ven menos
luciérnagas es porque están en declive debido a la combinación de contaminación
de luz, uso de pesticidas y destrucción del hábitat.
Si pavimentas un campo
donde viven las luciérnagas, éstas no emigran a otro campo, simplemente
desaparecen para siempre. La extinción de su luz es la extinción de su
especie.”
Después, ya de mayor, cuando me he
topado con el relato de la Epifanía y la estrella guiando a los Magos, me
acuerdo de las luciérnagas. Me ayudan a entender el texto bíblico. Me sostienen
en mi sentirme llamado a alumbrar, detenerse y señalar las realidades que son
presencia del Señor. Y a denunciar las que no lo son desapareciendo.
No sé lo que te pasará a ti. Ahí te
lo quedo.
Un abrazo
José Luis Molina
6 de enero del 2023
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