Este es mi pesebre atípico. Bueno
creo que no tan atípico pero sí que rompe con los modelos estereotipados. Vamos
a ir recorriéndolo con el eco del evangelio de Lucas.
En primer lugar, al fondo, la tierra
ya preparada para recibir la semilla para que emerja el Reino de Dios
reverdeciendo los campos. Un cielo que amenaza tormentas pero, también que
promete agua.
En un rincón José, hombre maduro, de
talante humilde pero sereno. Ciertamente un tanto arrinconado, pero no tanto.
Se enfrenta con honestidad a las propuestas de Dios y las asume con todas las
consecuencias. En él actúa Dios casi sin que se note.
En el centro una mujer, cuyos brazos
levantan a su Hijo. Acaba de nacer. Fijaos con que ternura, con que cariño,
sostiene a su hijo pero lo ofrece al mundo, lo eleva hasta los campos con un
sublime amor.
Es una manera ¡no tan frecuente de
amar! Ama al hijo para los demás. ¿Creen ustedes que se la puede nombrar como
María.?
Una cierva y un burro, animales
domésticos y salvajes, y una alfombra de flores. Es la naturaleza participando
del acontecimiento y, cuya presencia exige se la reconozca como protagonistas.
El ángel se vistió con tallos de
espigas de trigo y se apoyó en la cepa para anunciar la fiesta del pan y el
vino compartido.
En este pesebre no hay pastores, ni
magos. Solo el Quijote porque solo los quijotes seguirán a una estrella y se
enamoraran del Niño que, desde los brazos de su madre ,por trono, bendice la
vida.
Al Quijote, lo guía una paloma
que volará sobre el pueblo y, detrás de él aparece el campo en primavera.
En este pesebre faltan muchos personajes:
Nosotros. Pensemos cuál será el sitio, para cada uno, en él
José Luis Molina
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