domingo, 20 de diciembre de 2020

¿DÓNDE HABITAS, SEÑOR?

 


Fijémonos en los dos personajes que hoy aparecen en la primera lectura y en el evangelio.

En el 2º. Libro de Samuel, el personaje es David.

En el evangelio de Lucas el personaje es María.

Este personaje, David, es un personaje importante, es rey.

El del evangelio de Lucas  es insignificante: Una mujer más del pueblo, desposada pero no casada, sin identidad pública   propia : aún pertenece al padre camino de pertenecer al marido

El rey, importante y victorioso, se ha construido un palacio pero como “oficialmente es bueno” quiere construir un templo a Dios.

María, en sus tareas cotidianas, cree en el Dios de Abraham y, por la respuesta  posterior, debía hacerlo en actitud de apertura desde su oración .

Dios rechaza la iniciativa del rey podría decirse, por varias razones:

-         Se nos manifiesta como un Dios al que, como morada, no es un templo lo que quiere.

-         No necesita esplendor y suntuosidades.

-         Rechaza se le utilice y manipule: En el escaparate un templo para Dios  mientras el político y poderoso justifica un palacio para él (nacional-catolicismo)

La mujer no pone por delante la lista de sus méritos. Por el contrario manifiesta que el asunto no está en sus manos. En sus manos solo está su vientre : la morad que puede ofrecer. Lo demás es tarea de Dios. Y termina en la plena aceptación: Fiat. Hágase. Amén. Así sea.



Las diferencias son obvias. Las descubrimos de inmediato. En el segundo caso es donde se logra parir a Dios para el mundo, para que more en él

 Pues bien: Creo que solo os queda una cosa: Buscarnos por los dos relatos para descubrirnos  por donde andamos.

Pero es fácil engañar y engañarnos como David: ¿Cuántas veces nuestras “buenas acciones” nos tienen como centro a nosotros:  Para “ganarnos” el cielo, para que Dios nos premie, para que los demás nos admiren,  para tranquilizar la conciencia.?

En a otra parte está l proyecto de Dios y la tesitura de aceptarlo: No tengo que preocuparme por colocarme en el centro porque “he encontrado gracia ante Dios”. El centro hay que ponerlo en su voluntad y esa es la vida, el ser humano porque también opta. Si decimos SI, hágase, ya tenemos direccionada nuestra vida: Desde la alegría , ¡Aleluya!, en la plenitud, para escudriñar su voluntad y parir su presencia en el mundo a través de mi vida.

Una cosa es clara: No valen los dos supuestos.

José Luis Molina

20 de diciembre 2020

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