Me contaron esta historia:
En una tribu amazónica, después de
que les dieron a conocer lo que nosotros
llamamos Navidad, ellos, todos los años, lo contaban d esta manera más o menos.
Un día se presentaron ante el
shamán y le dijeron:
Nosotros creíamos que el gran arco de
colores que se levanta sobre la cascada del “Río Grande” lo pintaban los
espíritus para que por el pasaran sus
preferidos. Tú nos dijiste que ese arco estaba formado por gotitas que saltaban
del río y luego el sol las iba pintando de colores. Dinos: ¿Qué son esas
gotitas y por qué las colores el sol?
El shamán contestó:
El “Río Grande” es nuestro vivir. Los
actos que salen de nosotros en beneficio
de los demás son esas gotitas en el aire. Con ellas participamos del “Gran
Espíritu” que mueva al “Gran Río”. En ellas y con ellas Él llega hasta
nosotros y está entre nosotros. El gran
arco no es para que pasen los preferidos. El gran arco es el colorido del
universo que con Él vamos logrando.
Y lo contaban con alegría porque
sentían al “Gran Espíritu “ muy cerca. Y hacían una gran fiesta por participar
con su color en el Color de la Vida del Gran Espíritu.
Al regresar asando por Otavalo,
descubrí que los otavaleños también conocían esta narración.
Pero ellos decían que ese colorido
vital del Gran Espíritu , del INTI, estaba impregnado, para nosotros, en la
gran tela de la vida, y ellos, los otavalos, la llevaban por todo el mundo.
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