Al fin, lentamente,
la soltó la rama
y cayó la hoja
y se agarró al césped.
La hoja de plátano
se clavó en el suelo,
se hundió entre la hierba:
Al viento le teme,
al viento que, a veces,
la convirtió en palmas,
en baile y jarana.
Otras la hostigó,
junto con la lluvia,
pero se hizo fuerte
y aguantó el envite.
Ahora no ha podido
y cayó cansada.
Ese mismo viento
que, cuando nacía,
le beso la frente,
le limpió la cara
y una nana limpia
cantó en la mañana
cuando ella ya supo,
despacito,
ir tocando palmas.
Ese viento, ahora,
pasaba deprisa,
pasaba… ignorándola.
¿Cuántas veces ella,
desde la alta rama,
a otras cayendo
altiva miraba.?
Ya es vieja la hoja
que cayó cansada,
pero que fue lecho
dónde se posaron
amores, que en vuelo,
hasta ella llegaron.
Fue pulmón que hizo
que en mi pecho entrara,
más limpio,
el aire del viento
y fue también visera
que hizo que pudiera,
deteniendo al sol,
captar tu sonrisa.
Es vieja la hoja,
ya es vieja y ya calla,
y ya nadie oye,
leves, sus palabras
sin pisar el aire
apenas.
Es noche de
fiestas,
de gritos, de danzas,
vino y desenfreno,
soñando, creyendo,
o tal vez negando
ciertas evidencias:
Que el viejo fue niño
y el niño de hoy
mañana, cargado,
también será viejo.
Solo hay una cosa
que recibe el nuevo
del viejo, y que salva:
Saber lo vivido
y vivir sabiendo
del ayer, ahora,
para hacer mañana.
José Luis Molina.
31 de diciembre 2020
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