El Evangelio de hoy, a mi gusto y
parecer, es una preciosa y precisa manera de compartirnos y
explicitarnos lo que la NAVIDAD ES en profundidad. No obstante reconozco tiene
una cierta dificultad de comprensión pues pudiera resultar como una especie de
galimatías con el super uso del término
PALABRA. Antes aún era más complicado pues se empleaba el término Verbo.
Como digo, puede suponer una cierta
dificultad y lo que está claro es que, desde él, hubiera sido más difícil
desarrollar la expresión belenística de nuestra cultura, aunque, tal vez, desde
él, sea más fácil entender mi “pesebre atípico”
que os compartía hace unos días y la presencia en él del el Quijote, la
mujer levantando y ofreciendo su hijo al mundo o los campos preparados para la
sementera.
Bien, pues dicho todo esto, vamos a
centrarnos en las lecturas.
Y para ello os propongo que os
detengáis a evocar y recordar expresiones como estas:
-
Es una persona de palabra
-
Te doy mi palabra.
-
Me ha dado su palabra
-
No tiene palabra.
-
Tengo su palabra y basta
Qué significa el
término “palabra”.
¿Es un sonido fonético?
¿Es la articulación o
denominación de un concepto en un idioma determinado y cambia si cambio de
idioma?
Decir de alguien que no
tiene palabra ¿es decir que se ha quedado mudo?
Decir que tengo su palabra
¿significa que tengo una grabación
de su voz o un escrito?
Ciertamente no.
Para avanzar nos iremos acercando a lo que es PALABRA.
Palabra hace referencia esencial a una comunicación[J1] : la palabra requiere de un emisor y un receptor que hacen necesario un
medio de transmisión.
Pero también conlleva, es esencial con ella misma, una decisión, un
deseo, un proyecto del emisor que hace donación, entrega de dicha resolución al
receptor. Es entrega de si mismo. Por eso dar la Palabra es no tener vuelta
atrás porque se ha producido la
donación.
Pues bien “la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios” porque Dios
se puede decir que es el deseo de darse, de comunicarse con la humanidad y de ofrecerse para que lleguemos hasta él.
Este es el Hijo, la Segunda Persona. Ha existido siempre. Pero para concretarlo
y no irnos por las ramas, se encarna, sale a nuestro encuentro en Jesús de
Nazaret (Acampó entre nosotros). El milagro no es un niño. Niños nos están
naciendo siempre permanentemente. Tampoco quedarnos anclados en el niño prodigio. El milagro es que en
este niño, nacido como todo niño, se
hace adulto como todo ser vivo ,
Dios actúa, se nos da, está
presente y comparte la historia con nosotros y nos hace hijos suyos, hijos de
Dios. (A os que lo recibieron). ¿Entienden ahora los quijotes del pesebre? No
es un niño para la veneración, es un adulto para fecundar la vida, para empujar
la sementera. Por eso su madre lo levanta en alto de sus brazos y lo ofrece al
mundo.
Pero sin triunfalismos: No podemos cerrar los ojos. Tenemos capacidad de
no recibir esa Palabra. Tampoco consiste en recibirla en teoría en un tratado
vano. Podemos no recibirla. Si la recibimos de verdad nos cambia, nos
transforma de verdad nos hace hijos.
José Luis Molina
3 de enero 2021
NB.- Aclaro: Parece que en el
leccionario litúrgico se sigue empleando Verbo que es lo mismo que Palabra
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