En mi opinión, uno
siente necesidad de escribir, siente el impulso lírico, para objetivar,
contemplándolo fuera de él, en el papel, pero sin soltarlo aún, reteniéndolo
entre sus manos, la experiencia vital que ha vivido, que ha sentido en lo más
profundo de su ser mismo, lo más él de su identidad.
Cuando uno escribe
así, mira el papel, lo contempla, lo lee, lo vuelve a releer y lo guarda, en un
principio, con recato. Solo mostrará lo escrito a quien esté seguro lo
valorará.
Cuando por fin decide
mostrarlo, leerlo, entregarlo, lo hace en función de alguna persona que le
resulta valiosa, todo ello en un proceso.
La persona receptora
va a valorar lo que recibe. El autor de la donación, en su interior, desea que
eso que entrega sea sacramento de comunicación y comunión, que establezca entre
él, donante, y quien recibe, destinatario, vínculos y experiencias que al
destinatario le proporcionará vida.
Esto que he escrito
hasta aquí, y os comento, es una de las interpretaciones que hago de la Navidad
según el prólogo del evangelio de San Juan.
El Dios inaccesible
es, por esencia suya, voluntad de encuentro, deseo de comunicación (Verbo), el
poema existencial de su irrupción en la historia. Desde siempre estaba escrito
en su proyecto, hasta que llegó el momento de mostrarlo. Y lo hace de la forma
más sorprendente y más radical en Jesús de Nazaret, y lo hace, esta es su mayor
originalidad, optando, de manera radical ,por
el ser humano, objeto de su decisión.
Su Palabra es Palabra
que no se queda helada en el papel. Es comunicación que no se queda helada en
las pajas de un establo. Es Palabra de amor y de vida. Palabra que llama al
amor fecundo
Y es tan radical
porque lee el poema para todos: los que lo acogemos y los que cerraron páginas.
Tan radical que asume el riesgo de ser rechazado.
Dichosos los que se
abren a esa sinfonía de palabras que se
hace vida (Verbo), porque tendrán la
experiencia de que lo anunciado se cumple y se sabrán y se sentirán hijos de Dios
Un abrazo
José Luis Molina
2 de enero del 2022
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