Esta semana sentí una mayor necesidad
de orar.
No fue tanto reflexionar, que también.
Pero, creo, que fue más un ponerme a expresar lo que , desde mi actitud de
escucha, iba aflorando. Obviamente el destinatario era Dios. Con él me
comunicaba. Con él entraba en un rumoroso soliloquio. Me sentía escuchado. Es
lo que puedo compartiros hoy.
Gracias, Señor,
porque tengo experiencia de ti.
Gracias, Señor,
por mi experiencia de ti.
Gracias, Señor,
porque no me has dejado en las tinieblas cuando éstas me han cercado.
Gracias, Señor,
porque, a pesar de todo,
a pesar de tantas cosas de la realidad
que a tu luz chirrían,
siempre, en algún rincón,
o en medio de la sala,
o encima de la mesa,
o en una esquinita del corazón,
permanece encendida la lámpara.
Gracias, Señor,
porque la luz de esta lámpara
no es ingenua:
enfoca el cataclismo,
desenmascara el odio y la hipocresía,
denuncia la corrupción, los abusos, la mentira,
pero, en medio del caos
alumbra esperanza,
nos llama a la esperanza,
nos empapa de esperanza.
Si en momentos cerré los ojos
para que sobre ellos cayera el heló de la noche,
esa luz fue dándoles calor
para movilizar los párpados.
Y me has hecho testigo,
me has dado a saborear,
aun pasando por la hiel que escuece y duele,
el dulzor de tu cielo
y el gozo de tus obras.
Gracias, Señor,
tú eres nuestra salvación.
Tú eres salvación para el hombre.
Tú me haces instrumento de tu salvación.
Hazme fuerte
para no esconderme en la oscuridad.
José Luis Molina
26 noviembre 2021
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