Anoche, como tantas otras, como
muchas, como casi todas, soñé. Y en este sueño afloró un matiz infantil que me
alegró conservar, no haber perdido. No hablo de un posicionamiento ingenuo,
solo apto para niños y para el que los adultos, cuando lo adoptamos, nos
colocamos en un posicionamiento artificial, ridículo y hasta ofensivo para los
niños porque desde él a los niños los colocamos casi como tontitos.
Este matiz infantil que marcaba mi
sueño consiste en la capacidad de soñar, de engendrar vida desde la imaginación
proporcionándole interrogantes a la existente.
Pues bien, esta noche soñé.
Me soñé en esa edad en la que eran un
disfrute los talleres de teatro abiertos, esto quiere decir que, además del
guion, los actores podían introducir elementos propios que, lógicamente,
marcarían perfiles en lo representado.
Y en ese sueño el grupo habíamos
decidido representar un portal de Belén en
el que, cada uno de los participantes teníamos que asumir la razón de
ser de uno de los elementos del portal.
A mi me correspondió ser el heno.
Si, el heno del pesebre.
Me hacía feliz servir para que en mi
se depositara a Jesús. Y esta experiencia me sirvió para descubrir muchas
cosas.
En primer lugar pensé que ser heno
era ser el último de la fila porque todos se sentían felices siendo estrellas, la
burrita, los ángeles, etc. Pero de ser paja, muchas veces pisoteada, no se
acordaba nadie.
Y por ahí empecé a ver la cosa de
manera diferente.
Paja pisoteada. ¿Por qué? ¿Para qué?
Por acercarse al niño, por descubrir la vida que se nos regalaba. Y me gozaba
siendo alfombra y camino que desde lo pequeño y lo sencillo contribuía a este
encuentro.
¡Bendita paja!
Pero, ¿y qué me decís de ese calorcito
que, junto con el amor de María y José, facilitaba al niño?. Supe que en mi se encerraba, convertido en
calor, el calor de los hombres buenos, el calor de los voluntarios que se echan
a las aguas del Mediterráneo para rescatar del frío helado a los náufragos
cuyas pateras no llegaron. O el calor de tanto personal sanitario que vuelve a
ser refugio y respuesta frente al miedo del rebrote de la pandemia que nos está
llegando.
No digo cuando caí en la cuenta de
que sirvo para el alimento de la burrita y el buey. Que soy esos bancos de
alimentos, esas Asociaciones de voluntarios que, incansables, quieren aportar
algo para superar el insultante, ofensivo y vergonzoso desnivel que entre
nosotros existe, entre el hambre y el
despilfarro.
Me acordé del heno recién cortado en
el campo, mullido y provocador para tenderse en él, mirar el cielo y las
estrellas por las noches y soñar enamorado en que es posible otro mundo, que
Dios quiere otro mundo, y me quiere en
otro mundo y para trabajar por otro mundo
. Ese olor de estar recién cortado no lo cambio por todo el incienso de
Arabia
Por último me acorde de cuando,
verde, alfombraba los valles y las lomas, y mi recuerdo se convirtió en oración de acción de gracias por todo lo
recibido. Vi como reverdecía todo el suelo del mundo en el que se había
convertido el escenario porque fui invitando a todos los espectadores, a
ustedes que me escuchan a que sean conmigo heno.
Feliz Navidad
Un abrazo
José Luis Molina
24 diciembre 2021
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