miércoles, 26 de enero de 2022

SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

 



 

Hoy me gustaría, en esta reflexión de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, situarnos frente a María, ciertamente reconocida como Madre de Dios, para intentar, desde ella, seguir dando pasos que nos permitan avanzar en nuestra experiencia de Jesús.

Reconocemos a María como la madre biológica de Jesús. Pero también la llamamos madre nuestra. Y, ¿qué alcance tiene llamarla así? Porque, ciertamente, madre biológica nuestra no es.

Entonces , ¿cómo es su maternidad con relación a nosotros?.

¿Una maternidad romántica, muchas veces descolorida? ¿Con flores a María en el mes de mayo? Como los que le llevan una flor o unos bombones a su madre el domingo de mayo y luego, durante el año, están arrinconadas, desterradas, lejos de lo que fue la vida que ella pario. ¿O, tal vez, como madre romántica para ponernos dulces, tiernos, decirle piropos (letanías) pero quedándonos ahí contemplándola desde nuestra vía del tren que nunca llega a juntarse con la suya?

Maternidad espiritual. He de confesarles que esta palabra me da cierto miedo porque detrás de este término, demasiadas veces, colocamos el mundo de las ideas teóricas.

Si empleamos la palabra madre, forzosamente eso conduce a la vida, a la vida engendrada, a la vida parida, a la vida compartida con gozo.

Y así quiero situarme hoy para hacer referencia de la maternidad de María: Madre nuestra, madre del género humano.

Pero esto, ¿de qué manera? Lo será si de ella surge fuerza, referencia, gestación y parto para una humanidad diferente.

Y de esta manera hoy, en los textos, podemos encontrar aspectos de esta maternidad de María:

El Señor te bendiga y te proteja. Protegida, sí, pero no dispensada de asumir el dolor y la cruz a causa de su fidelidad. Protegida y bendecida por ser la llena de la presencia del Señor, la abierta al Señor, la disponibilidad y aceptación de su Palabra (al Verbo). Y esto nos enseña a entender lo que es la bendición de Dios: es sentir su presencia llenando y dando sentido a la vida desde él, pese a las consecuencias. Esa es la bendición del Señor.

Así se manifiesta en el Salmo 66:

        Que Dios tenga piedad y nos bendiga,

         ilumine su rostro sobre nosotros,…

hasta hacernos irrumpir en cánticos como María en el Magníficat.

Y esta bendición de Dios sobre María, sobre nosotros, que sea siempre desde el asombro.

·      Asombro ante un Dios que se fija en nosotros.

·      Asombro ante una manera de entender la historia que puede resultar, incluso, absurda, ciertamente contra corriente pero a la que nos llama a  participar.

·      Asombro comprometido con lo aceptado que nos lleva a permanecer en actitud de búsqueda y de adentrarse por la hondura de sus caminos. Con la María de Nazaret, incansable buscadora del proyecto de Dios en cada momento y circunstancia de la vida, no se lleva esas posturas devocionales que  no rompen un plato, ni su tiempo, ni sus gustos,…pero por comodidad, no por virtud ni por opción por el otro.

Así concibo a María cuando repito Madre de Dios y madre nuestra, porque prolonga hasta mi la experiencia suya del Dios que la bendice y por el que se muestra bendecida, ofreciéndome esa experiencia para que también sea mía e igualmente de ustedes.

Un abrazo

José Luis Molina

1 enero 2022

 

 

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