domingo, 2 de mayo de 2010





No lloró la lágrima su propia muerte,






lloró por ustedes,






y en su llanto quiso ser semilla






de amapolas rojas en azules trigales,






ella fue mi única herencia.
















No quiere mi lágrima ser espejo de lamentos oscuros,






gritos de antiguos ombligos que reclaman consuelo,






gritos quizás justos en su origen,






mas después,






orgías alimentadas por heridas sangrantes y sofás calurosos.












Quiso mi lágrima dibujar la risa que te robaron,






levantar tus párpados y tus pómulos al cielo,






limpiar la tierra de tu muerte prematura,






iluminar tus ojos con destellos fulgurantes,






resarcir tu boca, tu lengua, tus manos y tus pies,






quiso mi lágrima que existieras.












A cambio, tú, tú secaste mi lágrima,






pero mi lágrima no llora su propia muerte,






llora por ti y por ustedes.






Miguel Ángel Olmedo






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