lunes, 23 de julio de 2018

HE DE MORIR


HE DE MORIR






Después de tantos años esperándote,
y esperándote llegas.
Cuando te siento cerca,
y tus pasos más que oídos intuidos,
y tu heló, más que olido,
penetrando en mis poros
y sentido en mi médula ligero,
provocas miedo en mi sin desespero,
como toda mujer que te atrae
y hace que tu pulso tiemble.
Quisiera, recio de reicidumbre ascética
verte los ojos y en tu pestañeo
sentir ese saludo de eternidad que espero,
y tu abrazo. ese abrazo de nácar,
abrazo frío, derretirse en el fuego
del corazón que aún está en mi pecho latiendo.
Y cuando de tu mano me lleves
por senderos de un solo sentido,
sin mirar para atrás, sentir tan solo
que conmigo camina lo que soy
y que quedó inserto en aquello
donde puse vida, mañana y … sin duda
el sueño por el que luché, viví y muero.

                               José Luis Molina
                                                                25 de marzo del 2018


jueves, 12 de julio de 2018

EL SACRAMENTO DE LA ALBERCA

                                                A Leonardo Boff: Ha sido una de las personas        
                                    que más han contribuido para que descubra la sacramentalidad
                                               de la vida y aprenda a vivirla y mirarla desde ahí.

EL SACRAMENTO DE LA ALBERCA






Junto a mi casa, en el campo,  había una alberca. Una alberca hecha para regar. Un burro, con los ojos tapados, había dado vueltas y vueltas en la noria y, cangilón a cangilón, la había ido llenando. Ya estaba rebosando.
Cuando la alberca estaba limpia nos dejaban bañarnos en ella. La alberca, que había sido construida para regar, servía para otra cosa: Para refrescarnos frente al implacable sol extremeño.
Pero no siempre estaba limpia. Si el agua llevaba mucho tiempo en la alberca criaba verdín. Entonces no podíamos bañarnos. La alberca seguía sirviendo para regar pero no para divertirnos con el baño.
Sin embargo seguía divirtiéndonos. Era formidable presentarnos como voluntarios para limpiar la alberca. No era necesario que nos mandaran. Raspar el verdín en las paredes y en el fondo con escobas de púas y con el trasero cuando, intencionadamente o sin intención, terminábamos con él deslizándonos por aquella improvisada pista.
Un día alguien me regaló unos pececitos de colores. Me pasaba tiempo y tiempo, sentado en el borde de la alberca, viéndolos surcar el agua en todas direcciones. El movimiento de sus aletas llegaba hasta mi como una serie de interrogantes: ¿Subir?, ¿bajar?, ¿girar a la izquierda?, ¿hendir el agua hacia el fondo para jugar con el cieno o romper la superficie asomando su hocico redondo?   ¡Cuántas posibilidades en la hermosa realidad de discurrir por el agua!. Y, así, muchos días. Hasta que en uno, aún lo recuerdo con espanto, me acerqué a la alberca y no aparecieron los pececitos. Por mucho que miré durante largo rato, no conseguí  descubrirlos. Pregunté, indagué, y nadie sabía darme respuesta de lo sucedido, de su paradero.
Solo el hortelano que cuidaba aquella huerta mía me insinuó que, tal vez,  mientras regaba y la compuerta de salida estaba abierta, pudiera haber ocurrido se hubieran salido. Debería buscarlos por entre los caballones, me dijo.
Me fui a la huerta y ante mi apareció un mundo maravilloso, lleno de colorido. Toda la huerta estaba pintada con los colores de mis peces: pimientos rojos y verdes, rojas y amarillas manzanas, ciruelas moradas, verdes y amarillos melones.
Mis peces crecieron en la alberca pero llegó el día en que salieron de ella,  se metieron por las raíces y afloraron en toda aquella paleta.
Algún pájaro cantó entre los chopos a cuya sombra descansaba apoyado en uno de sus troncos. Su canto me despertó. En el otoño de mi vida y en el sueño de mitad dela mañana, mientras yo había ido aflorando imágenes de mi albarca, por mis venas habían recorrido, conjuntamente, otras historias, sueños hechos colores, colores concretos con los que llenar el bodegón que colgaba frente a mí en la pared añil que tenía delante.
Me hacía pensar mi alberca: cómo desde algo tan simple y cotidiano como dar vueltas a la noria, la alberca repartía agua más allá de sus paredes  y cantaba de fiesta con nuestros ensayos de juegos, respuesta y compañía.
Me quedé un rato más recostado en el chopo. Un pájaro seguía cantando. Luego me levanté y comencé a regresar, sin prisa. Esta noche quería sentarme en el patio de mi casa y, junto al olivo, contemplar la luna y jugar con las estrellas.

                                   José Luis Molina
                 

lunes, 9 de julio de 2018


MI RISA



     Déjate correr
por la ladera de mi vida.
Salta a borbotones de mi boca
y llena de destellos mi mirada.
Haz que tiemble mi pulso
y hazte rumor y sueño,
caricia y puñalada de amor
que llegue a las entrañas.
Que no te pueda nunca
ni el cansancio ni el tedio.
Al desafío que hiere
mírale, no te arredres.
Que aquel tímpano sordo
que rechazaba el eco
se derrumbe a tu fuerza
y aquel corazón triste
cante por las montañas
alboradas y las pinte
de azules, verdes, rojos
y cantos de jilgueros.
Perdona, no quisiera
permitir que descanses.
Que incluso cuando duela
la soledad, la vida,
pongas siempre tu toque
de esperanza y de espera
sembrando con respeto,
en medio del dolor,
un por qué de sentido.

El día que mis ojos
ya no quieran abrirse,
no en signo de rechazo
al sol de amanecida
sino por estar llenos
de mar, de sal y ecos de caracolas,
entonces sí, entonces
podrás parar  para mutarte
en eco que descubra quien te busque
a la sombra del árbol
que intenté de mi vida.
Dejarás de ser agua en cascada
para hacerte remanso de laguna.
Entonces tú, mi risa,
seguirás siendo mía
donada a quien te quiera,
donada a quien me quiera,
donada y repartida
como hostia que doy
para ser compartida

José Luis Molina
              8 julio 2018



jueves, 5 de julio de 2018

EL BESO






En la amanecida primavera de abril descubro el beso en la gota de rocío que se hace transparencia roja en el pétalo de la rosa que recorre.
El pulso me  tiembla al estrechar tu mano sintiendo que tu epidermis se enfrenta con la mía; un beso recorre, entonces,. todo mi epitelio.
Un beso, solo un beso, todo un beso, se afinca en mí, me domina y mi alma tremula cuando me atenazan tus ojos en un halo envolvente del que ni salgo ni quiero salir y, si pienso que debería salir, llena el aire de pretextos, de palabras trenzadas en atardeceres pastoriles.
Sentir un beso, sentirse inundado por un beso, ahogarse en un beso, es sentir la dorada pupila del sol alcanzando mi boca.
Un beso  es nada. Un beso es casi nada.  Un beso es, nada más y nada menos que penetrar y alcanzar las profundidades de tu esencia palpitante, remontarme hasta las cumbres inhiestas de tus senos, precipitarme por el sonoro torbellino de tu sonrisa.
 Lo anterior me enajena y hace del beso plataforma donde aterrizar sueños y despegar intentos de vuelos compartidos.
Un beso es mucho. Es bramido de ansia, de necesidad, nunca de miedo. Los besos son los vítores triunfantes de la lucha y el estruendo del mar jamás dominado. Sentir el beso es descubrir que tus labios no son de terciopelo sino de carne palpitante que culebrea mi cuello, se engarza en mis labios  y se pierde más allá de mis ojos, más acá, mucho más acá del rumor de tu pulso del vibrar de tu pecho.
El beso, un beso, es descubrir que la nada y el cielo, juntándose, se hicieron, en un todo, más que miel y terciopelo, necesidad y hondura, plenitud y rastreo.
Un beso, el beso, es la plenitud y el sueño de noche desvelada que no acierta a convertirse en noche de reposo. Es andariega noche donde sueño despierto mientras dormir anhelo.
José Luis Molina
                       5 de julio 2018





lunes, 2 de julio de 2018


En la Escuela “INTI”
Terminamos sanos, salvos y agradecidos el año escolar 2017 ---2018

Pensando en la excursión del cierre del año escolar 2017 – 2018 en nuestra Escuela “INTI”, optamos por dirigirnos al Parque Metropolitano de la Armenia, ubicado en la misma ciudad de Quito, a la altura del puente tres de la autopista General Rumiñahui.
Con el equipo docente todo lo preparamos con mucha meticulosidad, recreando esos bonitos tiempos cuando preparábamos estas actividades con Miguel y José Luis, (ESTOS DOS LOCOS, NOS HICIERON TANTA FALTA0), nos conformamos en equipos de trabajo, no queríamos nada improvisado, por ello, tres días antes, fuimos todo el equipo de docentes a conocer el lugar, pa´ hacernos una idea del espacio geográfico donde íbamos a disfrutar con nuestro pequeños INTIS.


El día tan esperado por todos llegó, especialmente, para los niños que, según versiones de ellos mismos, casi ni durmieron la noche anterior, pues, tenían miedo de quedarse dormidos y no querían llegar tarde a la excursión.
Y bueno, la sorpresa nos dio este “agua-fiestas” de San Pedro, Quito amaneció muy nublado, con lluvia y con un frío que calaba los huesos, a pesar de esta sorpresita de San Peter, decidimos llevar adelante el paseo y, entre todos los niños, los profes y los 15 voluntarios que nos acompañaron, soplamos con todas nuestras fuerzas a ver si las lluvias se iban en otra dirección, casi, casi lo logramos.
















Llegaron los buses contratados para el evento y nos dirigimos el famoso parque, desde donde está ubicada nuestra escuela, hasta llegar al destino, hicimos, sin interrupción, 20 minutos de viajeAl llegar a la Armenia, desayunamos y sin perder más tie mpo, cada profe con los voluntarios que se les designó para que los acompañasen, tomaron sus rutas y acordamos encontrarnos en un punto central para almorzar juntos.


              


Cada profe, ya manejábamos la información sobre este espacio recreativo y lo importante era transmitirlo a los pequeños: este parque cuenta con un área de 32 hectáreas y es el hábitat de cientos de especies. En la flora podemos encontrar abundantemente el ciprés y el eucalipto incluyendo a al rededor 72 especies más. En la fauna el número aumenta, existen más de 300 especies de aves, entre ellos los colibríes, tórtolas y torcazas.

         






Este Parque fue habilitado para la ciudadanía en el 2010, cuando La Alcaldía Metropolitana de Quito tomó el lugar. Según el guardabosque Carlos Quiñonez el lugar se conserva con dos fines importantes: El cuidar el hábitat de cientos de especies y utilizarlo para el beneficio de la ciudadanía.
Siete senderos, en la espesura de un bosque de cipreses y eucaliptos, nos ofrecía el parque ecológico de La Armenia. Cuatro de ellos están identificados como Centauro, Hadas, Duendes y Dragones, nombres muy acertados, porque al ingresar en ellos es como entrar a esos paisajes encantados que nos presentan en las películas de hadas y duendes; estos se distribuyen en las 48,41 hectáreas del área verde. Unos arcos de madera indican su inicio y su final. En su interior disfrutamos del trinar de aves, del olor de las plantas y de la sombra de los robustos árboles, que tienen más de 50 años. Al caminar se escucha crujir de las hojas caídas en el piso, las bancas que teníamos a disposición eran unos troncos cortados para el descanso.
            

              

Antes este espacio fue un vivero y se conserva la mitad de él.   

 Además de los senderos, el parque ofrece dos ciclo-rutas, de 3 kilómetros cada una. También hay un área para adultos mayores, con seis máquinas para hacer gimnasia isométrica, algunos de nuestro profe y voluntarios aprovecharon para intentar bajar unas libritas de peso, creemos que las caminatas por las rutas, más de una de las personas adultas de la excursión, bajamos por lo menos una librita.

 

Encontramos juegos de madera que sirvió de recreación para los más pequeños INTIS,  aprovechamos los sitios señalados para acampar y hacer parrilladas.

    

  

En las dos canchas de futbol, los voluntarios y los niños armaron sus equipos de futbol, apostaron la copa de oro para el equipo campeón, lamentablemente, teníamos que encontrarnos con los otros grados para almorzar juntos y el partido se interrumpió, mientras regresábamos para al sitio de encuentro, conocimos el rincón canino. 
              

Todos teníamos mucha hambre, así que cuando llegamos al sitio de encuentro a la hora establecidos el equipo que conformaba el servir el almuerzo ya nos tenía preparado el almuerzo


A pesar de escasa lluvia que nos acompañaba, almorzamos sin apuros, el tiempo que nos quedó dejamos limpio el lugar y allí mismo volvimos jugar, esperando a que llegasen los buses para que nos lleven de regreso a la escuela, donde los padres de familia ya nos estaban esperando para recoger a sus hijos.

Fue una linda experiencia, sobre todo, disfrutar con nuestros pequeños INTIs y despidiéndonos con algunos de ellos, pues, irán a otros colegios para continuar con el 8vo año, con otros pequeños nos volveremos a ver en el proyecto de refuerzo pedagógico y con los que no requieren asistir a este proyecto y se van de viaje nos reencontraremos en septiembre.