En la comunicación verbal, escrita, y hasta gestual, hay un modo muy
concreto al que quiero comenzar hoy haciendo referencia. Me refiero a la
hipérbole.
La hipérbole es un recurso estilístico literario (también se da en
cualquier forma de comunicación, repito) que consiste en la exageración de
cantidades, cualidades y características.
Puede tener efectos diferentes, según cómo. Por ejemplo: En el ámbito
poético, literario , contribuye a
comunicarnos una realidad tan inmensamente bella, una experiencia tan de
calidad, que nos sentimos incapaces de plasmarla en un sentido lineal, literal.
Se nos queda corta, recortada. La hipérbole ayuda grandemente.
Por ejemplo, en la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández:
· “No hay extensión más grande que mi herida”
· “Tanto dolor se agrupa en mi costado que por doler me duele hasta el
aliento”
También se usa mucho, la hipérbole, en la propaganda comercial y
política. Y desempeña también una función concreta. En estos terrenos pretenden
convencer.
En el primer aspecto se pretende simplemente servirse de un procedimiento
para expresar la experiencia de un sentimiento.
En el segundo caso también pretende convencer, normalmente engañando,
para lograr , el que lo intenta,
conseguir unos objetivos de acuerdo con unos intereses que se mantienen
ocultos, camuflados. De ello vamos a tener sobrados ejemplos en los días del
próximo mes de mayo. Son las promesas electorales que todos conocemos. Logros
de promesas magníficas para las que, unas veces, no hay voluntad y otras todos
sabemos no hay capacidad..
Y, ¿por qué he comenzado hoy por esto?
Muy sencillo. En las Escrituras se fecurre con mucha frecuencia a la hipérbole.
Por ejemplo en Mateo 5, 30.:
“Y si tu mano derecha te da
ocasión de pecado, córtatela”
Obviamente el uso de las hipérboles en la Biblia lo que hace es enfatizar
lo que nos está proponiendo, supradimensionándolo, para invitarnos en
profundidad a ahondar en su propuesta. Pero, en ningún caso cae en una
comunicación establecida desde la
literalidad, es decir, al pie de letra.
Pero pueden ocurrir varias cosas.
Una de ellas es que, reconociendo la hipérbole, la infravaloremos porque
lo que dice no es así en la realidad.
Otra, obviamente interpretando al pie de la letra, no descubrir lo que el
texto encierra como “Palabra de Dios” y
poder caer en la magia, la ausencia de raciocinio, o incluso la idolatría, con
lo cual se sitúan frente a la hipérbole en un posicionamiento contrario al de
la razón de su uso.
Hoy, llegado a este momento, lo que intento es que teniendo en cuenta lo
que llevamos por delante, leamos el texto del evangelio (Jn 10, 1-10) y
reflexionemos sobre nosotros desde todo ello.
Y hoy estamos frente al texto del Buen Pastor.
Y para empezar, encontrándonos en este luminoso tiempo pascual, hagamos
memoria del Bautismo, de nuestro bautismo.
En él se nos ungió. Y al hacerlo se nos indicaba un destino. Éramos
ungidos para ser “sacerdotes, profetas y
reyes” o, lo que es lo mismo, PASTORES.
Es verdad que hay quienes este aspecto lo pasan de puntillas. Lo dicen
con la voz muy baja, no se pone énfasis ante la decisión de asumirlo o no. Y,
sin embargo, es esencial e imprescindible para asumir el sentido real y total
del Bautismo.
Bautizados para ser pastores. ¡Nosotros!. No solo el clero. ¡Nosotros
bautizados!. No solo los obispos. ¡Nosotros que nos incorporamos a Cristo!
Ciertamente el evangelio del Buen Pastor tiene a Jesús en el centro y en
la esencia. Pero, ¿sólo a él? Jesús pastor y nosotros las ovejas pero, por
ovejas suyas, ¿no tendríamos que comprendernos también en esa dimensión de
pastoreo?
Y, si Cristo Buen Pastor, nosotros ¿qué? ¿Ns están permitidos los mínimos
o nos vale cualquier cosa?
Por eso, sigamos leyendo el evangelio. Sigamos leyéndonos en el
evangelio.
¿Entrar por la puerta o por un atajo, desapercibidos.?¿ Y el rebaño, como
pastor, para servirles o, como aprovechado, para servirse de él? .
Llama a las ovejas, las conoce y ellas lo conocen, conocen su voz, porque
camina con ellas, han hecho de la vida un caminar juntos hacia pastos de
plenitud.
No simplemente las contempla cuando pastan . Las acompañan cuando viven y
se vinculan.
Pero, como en tantas otras ocasiones, no lo entendían. Entonces Jesús
amplía, acerca más el foco.
Jesús es la puerta para legar a las ovejas. Es la puerta por donde
nosotros, pastores, servidores de las ovejas, llegar hasta ellas.
Es decir, solo se puede llegar a las ovejas, a servirlas, por la puerta
que es Jesús, desde el caminar de Jesús, desde las opciones de Jesús. Ahí
Francisco habla de oler a ovejas.
Él es puerta para que nosotros seamos a la vez ovejas y pastores. Y con
una cosa clara, no lo ignoremos: El es puerta, y nos acepta a la vez como
pastores, para que tengan vida y la tengan en abundancia.
Terminemos ya, resumamos: Pastor, ovejas, puerta, rebaño, vida
compartida, voz de amigo, vida en abundancia.
Utilicemos estos conceptos. Si queremos, tratemos de elaborar, cada uno
de nosotros nuestro propio puzle.
Que nos quede bonito
José Luis Molina
29 de abril del 2023