Imagínate que estás visitando una exposición de Sorolla. (De
paso, si no lo conoces o no lo conoces mucho, te recomiendo que navegues en
Wikipedia por lo menos Será una gozada).
Pues bien, vamos recorriendo la
exposición, yo también, y llegamos al cuadro “Chicos en la playa”. Yo, al
menos, m quedo como clavado frente a él, boquiabierto, contemplando el brillo
del agua sobre la tostada piel mojada de los chicos, o el reflejo del cuerpo de
esto sobre la arena del rompeolas
todavía con lo último del agua en retirada. El sol, sin verse, está allí,
sintiendo que csi te tuesta.
Continuamos, pues, en la exposición
y, por decir otro, nos detenemos frente al titulado “Comendo en la barca” y me
siento metido en aquel espacio iluminado de ocre tras el filtro de la vela y se
percibe hasta la brisa y el olor a Mediterráneo.
O frente al titulado “Madre” donde en
un enorme espacio blanco todo el cuadro, y donde la luz apropiada define los
pliegues de las sábanas y los planos de los muros, llama poderosamente la atención dos puntos de color: la diminuta
cabeza del recién nacido y el rostro de la madre, de perfil, fatigada, mirando
al hijo recién nacido y dejando intuir
su brazo que llega hasta el hijo.
A mi, seguro que me entrarían ganas
de pintar. Intentar hacer una reproducción Pensando un poco elegiría el de
“Madre” pues creo que es menos complicado.
Empezaría a tener dificultades y buscaría soluciones. Por ejemplo: me haría
de una plantilla cuadriculada para luego ir aplicando los colores.
No quiero ni imaginarme el resultado.
Si miro de lejos, a primera vista, etc,
se podría parecer. Pero al acercarme y mirarlo con detalle, vería la
diferencia. A las sábanas les faltaría abrigar, y manifestar hacia fuera, el
calor y la vida que se intuye recorre el espacio entre la madre y el hijo.
Posiblemente el niño no llegaría a
ser ni muñeco y la madre no sé si se bajaría de la cama y se saldría del cuadro
negánd ose a ser tan burdamente
instrumentalizada.
Y, todo esto, y más, ¿por qué?
Algo de técnica poseo, el uso del
color no me es extraño, etc. Y, sin embargo, a mi cuadro, le faltaría vida . Le
faltaría el espíritu de Sorolla, la fuerza de Sorolla, el “arte” de Sorolla. No
soy Sorolla evidentemente.
Y todo esto que os comento viene a
cuento de la lectura.
A
veces, creemos que tenemos la plantilla, la paleta, los colores y la
referencia, y ya está. Y no nos sale un cuadro con vitalidad. Pintamos sin
vida. Nos falta el Espíritu de Jesús. Sí. Pero no tenemos impotencia tras la
que justificarnos, o tendremos que negar, poner en duda, que se nos da el
Espíritu. La clave no es que nos falte: Sino en si estamos abiertos para
recibirlo. Y la palabra clave, a mi juicio, está en el evangelio: “Si me amáis
( amar es adhesión a Jesús) haremos obras como las suyas” llenas de su
espíritu.
Pero en algo no hemos confundido, nos
hemos equivocado cuando nos hemos llenado de “obligaciones” (por obligación) y
normas que nos hacen andar entre CUMPL – Y- MIENTOS.
Y este método, además de poco
cristiano, es poco atractivo.
El camino es la “opción” (otra manera
de llamar al amor) Y la oferta solo será aceptada por quien haya sido
“evangelizado”, es decir haya descubierto a Jesús, a su Evangelio, no como una
doctrina o un código de leyes, sino como una Buena Noticia.
A quien no le interese, dejémosle, no
lo martiricemos. No lo manipulemos.
Y lo que es aplicable para “otros” lo
es para todos.
Seamos felices con el Espíritu.
José Luis Molina
14 de mayo del 2023.
P.D.- El ejemplo es real. Lo que
narro lo verifiqué en la Academia de San Fernando de Madrid observando a un
pintor que intentaba reproducir el cuadro “Comiendo en la barca” de Sorolla.
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