Estamos frente al texto de Emaús.
Me he puesto a leerlo y, la verdad,
no me ha costado nada entrar en situación.
Desde el principio hay unos detalles
que son muy interesantes. Este pasaje comienza ubicando el momento en que nos
encontramos. Comienza así: “Aquel mismo día (el mismo día de María Magdalena en
el huerto, de Pedro y Juan y las mujeres en el sepulcro), el primero de la
semana, el domingo. Y más adelante (v. 22)
dice: Ya estamos en el tercer día…. Es decir, el pasaje es un pasaje
situado en tiempo de resurrección. Ahora
se diría estamos en modo resurrección.
Pues bien, esto me llevó a situarme:
Yo, en modo resurrección, en tiempo de resurrección. No es una historia, un
relato, lo que importa. Lo importante no
es Emaús ni la geografía en la que te encuentres: Andalucía, América,
Extremadura, Alemania, Madrid, … Lo importante es saberte, aceptarte,
comprenderte, que estás en modo avión.
Y, desde ahí, no me costó mucho
imaginarme a mi mismo, situándome frente al acontecimiento de Cristo resucitado
con mis dudas, mis trabas, mis miedos, mis cobardías, mis cegueras.
Y entendí ese caminar con Jesús. En
una experiencia de amanecida, y, desde mi experiencia con él, ir encontrando
sentido y comprendiendo el sentido liberador y de fe de las escrituras.
Así, cuando surgía el tema de la
guerra aparecía que la vida resucitada ofrecida no lo era desde el dominio, que
engendra la sumisión que impide el crecimiento y desarrollo personal. Y eso no
sería un mero discurso si construía la historia desde la justicia que engendra
la paz (Bienaventuranzas Mt . 5, 6.9).
Eso sería tarea en la que me involucrara si no me conformaba con ser justo sino
que, además, no admitía, ni pactaba, participaba de la injusticia y sus
consecuencias, aunque estuviera en los demás.
Si la mirada al mundo se centraba en
un momento electoral, de promesas, de bonitas palabras, etc, en mi caminar con
ese Cristo resucitado escuchaba que mi apoyo, mi actuar, no debía dejarse
engañar por promesas para mañana, por
elaboraciones muy bien montadas o por ideologías pseudorreligiosas o afanes de
protagonismo o manipulación , sino, por el contrario, abandonando la
ambigüedad, tomar posiciones en el lado donde se hiciera, de facto y de
mentalidad, opciones de universalizar la VIDA y combatir la exclusión y la
marginación.
Esto me sonaba a tierra nueva y cielo nuevo, a
luz indestructible, a triunfo de la vida sobre la muerte porque así me fueron apareciendo ,unos tras
otros, aspectos de la vida y descubriéndolos con luz nueva.
Todo estaba perfilado en la
experiencia pascuar del Resurrección y aclarado por los profetas que en la vida
ha habido: Francisco, poniendo las colgaduras pascuales de una vida diferente
posible, Romero, llenando de su aroma el camino, muriendo y resucitando en su
pueblo para ser dique contenedor de los que mataban . La persona sencilla, reconciliada
con ella misma, que prefiere ser ella a los honores y dignidades que ocultan y
modifican la realidad colocando a los demás por debajo para encumbrarse..
Aquellos que hicieron opción por querer, por amar, por servir, no por ser
idolatrados. Aquellos que trasladaron su residencia desde la Calle del Primer
pronombre personal en singular a la del “Nosotros”
Y cosa curiosa. En ese mi caminar
junto al Resucitado, aparecieron refranes populares, seguramente de algún
profeta anónimo, pero que eran profundas iluminaciones del Reino, tales como
“Desea mejor ser hierba que nació en
el silencio de la noche que globo que revienta en los aplausos”
“En el camino las paradas no son
importantes, son necesarias. Lo importante es llegar”
“”Cuando te halaguen, recuerda las
veces que oíste halagar a otros conociendo la falsedad. No crezcas con el
halago sino con hacer lo que era menester”
Y al ir comprendiendo todo esto, y
mucho más, descubrí como era el pan que
yo tenía que ofrecer, partir y
compartir en la mesa compartida de Emaús.
El camino me hacía, si de verdad lo hacía, pan de resurrección-
Felicidades
José Luis Molina
23 de abril del 2023.
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