¡Aleluya! ¡Aleluya!, Este es el grito
de júbilo pascual.
Estamos en tiempo pascual. Pero este
tiempo no sería nada, solo unas anotaciones de agenda, si nos falta la
experiencia pascual.
Y por ello las lecturas giran en torno al acontecimiento pascual para que
profundicemos en él y nos facilite nuestras propias experiencias.
De estos textos son conocidos los
relatos de apariciones.
Pero, vuelvo a insistir, sería
simplismo por nuestra parte si la buena Noticia la redujéramos a un evento de
un momento y, a continuación, nos quedáramos sin nada, con las manos vacías.
Intentando barajar todos estos
prolegómenos, les comparto mi lectura de estos relatos, lo que leo, lo que me transmiten y a donde me llevan.
Fijémonos en el texto del Evangelio
(Jn 20, 19-31):
Vamos a ir viendo cosas,
deteniéndonos en diversos aspectos.
Por ejemplo, lo primero: El tiempo ha
sido superado. Las cosas no ocurren
según un calendario o un protocolo. El acontecimiento está ahí, Por
encima del tiempo. O está o no está.
Realidad de experiencia pascual:
Primer día de la semana. El domingo. Desde el inicio del tiempo, al amanecer,
hasta que se cierra el arco vital: el atardecer de aquel día. Todo el día es
todo tiempo pascual. El acontecimiento pascual llena todo el día. Todo el
tiempo es acontecimiento pascual.
Y es un tiempo preñado de contenido,
de vida rebosante. Un tiempo frontal y dinámico. Tiene que luchar contra el
miedo, pero se llena de vida en esa
lucha, en esfuerzo; se manifiesta en
signos, unos que se descubren primero, otros que cuestan más, pero que se
comparten y construyen colectivamente, comunitariamente. Pero llenos de signos
reales, no teóricos, signos que cambian la vida, la manera de vivirla, la
manera de entender su sentido, su contenido, su esencia. Son signos no para
convertirlos en entorno mágico o en marketing
publicitario o proselitista, sino signos para ser vividos, interpretados
y proyectados hacia la realidad común y el futuro. Signos constructores y dadores
de vida resucitada.
Por eso os invito a mirar ahora la primera lectura (Hechos de los Apóstoles
2, 42-47) y a ahondar en algunos de ellos.
Por ejemplo la puesta en valor de la
Buena Noticia, de la perla y el tesoro escondido. Por eso no será de
obligación, sino de coherencia, profundizar[JLM1] en la enseñanza, en el conocimiento
y experiencia del proyecto de Dios: Un aspecto a revisar desde nuestra realidad
pascual. ¿Qué tal andamos en nuestra sed de profundizar en “la enseñanza de los
apóstoles”. ¿No creen no serán buena
situación , ni buen sistema, mientras se recurra a la imposición y la
obligatoriedad.?çOtro aspecto importante: el de la oración, pero una oración ni
mística, ni espiritualista, ni evasiva, sino colectiva, eclesial, que no
forzosamente consiste en repetir, miles y miles de creyentes las mismas
palabras mecánicamente sino en buscar caminos y respuestas al plan de Dios
desde el discernimiento y la reflexión. Honradamente, en este terreno hubiera sido
lúcido, para la medición de la dimensión
orante de nuestra Iglesia, tomarnos el tema de la sinodalidad: es un
momento oportuno, y hacerlo con empeño, seriedad, responsabilidad. Bonita
ocasión. Dichosos si lo hemos aprovechado. Lástima en caso contrario.
El signo de la comunión sería
maravillosa epifanía pascual. No hay que entenderlo como uniformismo pero si de
superación de las rivalidades, las competencias, el barrer cada uno para su
puerta, actuar con doblez, ocultismos y segundas intenciones. La comunión nos
lleva a la comunidad (que no forzosamente
la anulación de la privacidad) sino llenar, hasta en lo privado, de una
realidad común que es el seguimiento de Jesús, el proyecto de su Reino y el
trabajo por el mismo. Y en esa dirección medir la comunión en el ser, en el
hacer, en el servir, en el respeto, en el caminar juntos, en ser apoyo.
Y todos estos signos, y algunos
muchos más, dando cuerpo, pan y vino, forma y materia de la fracción del pan,
donde celebrar la vida recibida y compartida para salvación, servicio, de
muchos.
Un abrazo
José Luis Molina
16 de abril del 2023
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