sábado, 14 de octubre de 2017



Te vas
cuando deseo que te quedes,
cuando necesito,
en torno a mi, tu aliento,
cuando se me desdibuja
el por qué y el mañana,
cuando mis labios
necesitan tu beso,
cuando mi piel
necesita tus dedos,
cuando mi tarde
anhela una sonrisa,
cuando mi noche
carece de luceros,
cuando mi yo más yo,
dónde solo tú entras,
de ti está vacío.


Y eso no es nuevo:
es tu juego amoroso
con el que siempre me llevaste al huerto:
Un desaparecer entre los juncos
y aparecer más tarde
recorriendo un sendero
donde serpean margaritas,
amapolas y tréboles,
y un chopo prisionero
en el recodo que el arroyo fuerza
mientras se yergue vigilante y sereno.

Pero ahora,
aunque luego venga la claridad
al menos eso espero,
 es noche oscura,
como otros la llamaron,
el vacío que se expande
llenándome todo de él.
Y vago por estrellas que no brillan,
me sumerjo en frescos manantiales
que ahora no refrescan,
y me siento a la sombra de un árbol
cuando no hay sol
y es la sombra un fantasma
donde me balanceo.

Esperaré a que vuelvas.
Miraré a la vereda
y saldré a escudriñar la noche
para atisbar el eco
que va llenando tu vacío
y caerá sobre mis hombros y mi pecho
                                               José Luis Molina
                                               9 – 10- 17




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