sábado, 12 de agosto de 2023

ENTRE SOMBRAS Y SUEÑOS

 



 

Suelo soñar con frecuencia. Y suelo recordar los sueños co detalles.

Me llamo José Luis pero podría llamarme Elías.

José Luis ha soñado el sueño de Elías.

Elías va buscando al Señor. Y recorre el mundo: ríos, montes y quebradas, y en este buscar sufre hambre, cansancio, persecución.

Y tropieza con impresionantes lugares donde el oro brilla y se refleja a la luz de artificiales montañas de luz. El lugar, le han dicho, huele a sagrado porque el incienso se expande lentamente impregnándolo todo. Y le han dicho que el incienso es olor  sagrado. Busca, pero no encuentra a Dios. Mira con ahínco, pero no descubre a Dios. Comienzan a oírse armoniosos cantos. Parece si se abrieran los cielos. Voces limpias cantan alabanzas pero, aunque sigue buscando, no encuentra a Dios.

Elías reconoce una voz cálida, próxima, que le enseñó que las lentes son para ver y los oídos para escuchar. Que una vez le dijo que podría escuchar a Dios  en los “ayes” de quienes, descalzos, caminaban entre pedregales y espinos. Que podría ver a Dios en las sombras que se hacían luz para iluminar un mundo que sangra por la violencia, la agresión, los abusos.

Recordó que aquella voz cálida, que aún acariciaba sus oídos, le descubrió que Dios siempre estaba ahí pero que, para verlo, para descubrirlo, el camino no era la ostentación sino la vida que llega tenue , sin estrépito, en lo cotidiano, pero que siempre  aporta una maravillosa brisa que disipa los rigores de

la canícula.

Elías, el que busca al Señor, sale del atrincheramiento religioso en el que se refugió, se acerca a la entrada de la gruta y, ante la inmensidad del Mediterráneo, mar de vida y de muerte, como un eco, escucha la voz de Serrat y la poesía de Machado, y él mismo repite:

                             quiero cantar y puedo

                            al Jesús que anduvo en el mar”

que en el mar de la vida sale al encuentro para ofrecer vida, que hace del deambular desesperado de tanto ser humano cruzando estas aguas, experiencia de su encuentro y se hace brazos que salvan evitando la condena y la exclusión.

Me desperté. Volví a saberme José Luis. Mis manos no olía a incienso, olía a mar. Puestas sobre mis oídos como caracolas, hacían emerger el grito, las ansias, las esperanzas del hombre, del ser humano, que busca, muchas veces sin saberlo, la liberación[JLM1] , la libertad identitaria que él derrama sobre el mar y que son tablas de salvación, estelas por donde avanzar.

 

Me acordé de mi padre. En sus exequias proclamé este texto de 1º Reyes 19 . De él, aprendí a comprenderlo.

Un abrazo.

José Luis Molina

13 de agosto del 2023

 

 


 [JLM1]

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