viernes, 20 de noviembre de 2015

HISTORIAS DE EL BOSQUE

Con motivo de la VI celebración del Bicentenario de El Bosque

UNA HOJA DE PLÁTANO


Estamos en otoño.
Los plátanos, los chopos,.. se van dorando de sol. Al atardecer, la luz del sol los hace lucir como queriendo asirse a ellos para no desaparecer.
Los plátanos, loa chopos, las higueras,… lentamente van dejando caer sus hojas. Y las calles, los caminos, se van alfombrando.

A mí las alfombras de hojas otoñales no me evocan decadencia, decrepitud,… sino todo lo contrario. Me evocan la vida vivida, la historia hecha. Porque cuando se desprendieron del árbol dejaron en él el ADN de la vida, la orden de seguir.
Los caminos sembrados de hojas me motivan, me inspiran, me ayudan a que no desaparezca en el tiempo la experiencia vivida, la vida experimentada.
En esta época de mi vida, en la que puedo disfrutar de estos lugares sin prisas, cuando paseo, entre las hojas va apareciendo mucha de la  vida que hice por aquí y que constituye un gran porcentaje de mi andadura.
Os invito a coger una hoja del suelo y a retrotraeros a donde ella os lleve.
Por ejemplo, yo he tomado una de plátano y me ha trasportado al verano de 1978, en aquel julio tórrido en el que arribé a El Bosque.
Los primeros días andaba despistado no sabiendo por donde meter cabeza. Los primeros días me iba a la iglesia, a la sacristía, y allí pasaba tiempo, hasta la hora de misa, esperando no sé qué.
Una de aquellas tardes llegó una pareja, que iban a casarse, para la toma de dichos, y cuando estaba rellenando el expediente les dije que necesitaba la presencia de dos testigos.
El novio dijo: ¡Ya mismo!. Se levantó y al instante se presentó con Lucas y Curro el municipal, que solían pasar ratos bajo el pino. Yo los había visto muchas veces pero, hasta el momento, solo había terciado un buenas tardes y nada más.

Se presentaron para ser testigos. Yo, muy en mi papel, les pregunté si conocían a los novios.
Curro el Municipal, con su voz característica y un tono un tanto socarrón, me dijo:
-        ¡Pues claro que sí que los conozco! Aquí, en El Bosque, nos conocemos to’el mundo.
Y haciendo una pequeña pausa y entre si y no, como sin atreverse, siguió:
¡Al que no conozco, por decir, es a usted!
Yo, con un cierto sentido del humor que me guardé, pensé: ¿Qué hago yo si me manda buscar dos testigos?
Desde aquel día, muchas veces Curro entraba en la sacristía para invitarme a tomar  un café en “el casino”. Esteban fue el primero que me enseñó a saborear el café con leche condensada.
Fue transcurriendo el tiempo y Curro, cuando me veía, insistía en tomar café. Yo había veces que le decía que no podía, que me estaban esperando, etc, . Y un día me contestó: Eso es que ya va conociendo. Y continuó: Pero, aunque sea muy rápido, quiero hacerle una pregunta: Yo en mi vida he visto morirse a maestros, guardias civiles, hasta médicos, pero… nunca he visto morirse a un cura. Ustedes, los curas, ¿se mueren?

Espero que, cuando a mi me toque, alguien avise a Curro para que pueda asomarse desde el cielo.


Y he dejado la hoja de plátano en el camino para que siga formando parte de la historia y he continuado mi paseo bañándome de sol de atardecer.

                                                        José Luis Molina López

4 comentarios:

Anónimo dijo...


Peregrino de Cabeza Nevda:
Tu evocación de la vida vivida, de la historia hecha... me ha impactado, especialmente, en la parte que mencionas:


"... Curro entraba en la sacristía para invitarme a tomar un café en “el casino”. Esteban fue el primero que me enseñó a saborear el café con leche condensada. Fue transcurriendo el tiempo y Curro, cuando me veía, insistía en tomar café. Yo había veces que le decía que no podía, que me estaban esperando, etc, . Y un día me contestó: Eso es que ya va conociendo. Y continuó: Pero, aunque sea muy rápido, quiero hacerle una pregunta: Yo en mi vida he visto morirse a maestros, guardias civiles, hasta médicos, pero… nunca he visto morirse a un cura. Ustedes, los curas, ¿se mueren?..."


La pregunta me ha hecho reír mucho, al mismo tiempo pensé que, aunque suponga la fe, la creencia en la resurrección constituye un ofrecimiento de sentido para todos los que apuestan por algo que puede ir más allá de esta vida. Por esta razón, en tus palabras descubro que la alternativa no es vida o muerte, sino vida o resurrección. Qué rico este paseo bañándote con el sol del atardecer.

Anita T.

Anónimo dijo...

Se desliza belleza entre tus dedos. Una suave brisa pasa la hoja, ahora de papel; no pasa la vida, nunca pasa la vida, siempre queda impresa en la eternidad. Ando desde tiempo buscando el átomo de la experiencia. También ando buscando el átomo de la literatura y, a veces, tus manos nos lo acercan. ¡Bendito átomo de la experiencia y bendito átomo de la literatura! Gracias, Miguel

Anónimo dijo...

De lo que estoy seguro es que puedo ser tu testigo, "Porque eres UN GRANDÍSIMO CURA", pero lo que no quiero ser, es quien le de la noticia al CURRO. Gracias José Luí por enseñar tantas cosas en todo lo que tocas... bueno casi en todo.
Nelson

Anónimo dijo...

Que buen relato!!! asì de sencillas son más entreñables y profundas las experiencias y las letras... Un abrazo José Luis, por aquí te esperan las hojas de capulí...