Yo opino que hay una serie de
parábolas, en los Evangelios, tremendamente provocadoras. Lo que ocurre es que le hemos matado el
poder de provocar y esto porque
empezamos, ya desde el principio, pensando que es palabra de Dios y por ello
nos parece lo más normal del mundo, nos inventamos la explicación de que Dios
puede hacer lo que quiera y ya no pensamos más. Y, al menos en mi opinión,
pensando y razonando así, no estamos bien.
En primer lugar Dios no puede hacer
lo que quiera, y si lo hace, y lo que hace no es justo, no sería Dios. Tampoco
puede entrar en contradicción consigo mismo y unas veces decir y proponer lo
contrario de lo que ha hecho en otro lugar.
Entonces, si aparentemente existe una
contradicción entre la primera impresión que produce una parábola y los valores
éticos que propugna Jesús, ahí está la provocación, pero lo está para
hacernos pensar, para que tratemos de aclararnos y de profundizar en su propuesta.
Por eso la postura que yo comentaba
al principio, de recibirla sin
plantarnos vitalmente frente a ella, no es la adecuada. Pues bien, la parábola
de las diez vírgenes o doncellas, (en Israel era lo mismo), es una de esas
parábolas provocadora. Si nos quedamos solo en escuchar el relato, tal vez
podríamos pensar lo siguiente:
Pobrecitas de las vírgenes necias que
por un despiste, sin querer, se quedaron sin boda. Eso no está bien. Ellas no
tenían culpa pues fueron a buscar el aceite. ¡Qué lástima de ellas!
Por otra parte, desde
los valores cristianos, las que NO actuaron bien fueron las vírgenes prudentes.
¿Qué trabajo les costaba haber compartido un poquito entre todas? Ayudar a sus
compañeras que estaban en apuros, que es lo que hay que hacer cuando se quiere
bien y no negarles la ayuda. Nosotros, frecuentemente, creemos que si se nos
dice que no es porque no nos quieren. ¿No es cierto?( Lo malo es que con estos
criterios educamos a nuestros menores
cuando, lo que hacemos así es comprar su cariño.)
Por el contrario, el evangelio de
Jesús nos habla de solidaridad. Aparentemente, mirado así, en las vírgenes
prudentes habría contradicción, ¿No les parece?.
Y, por último, otra cosa en la que
quiero fijarme es que de ninguna de las diez se dice que sean malas personas.
No se dice las cinco vírgenes buenas y
las cinco malas. Se las llama necias y prudentes.
Pues después de todo esto les
comparto lo que opino:
Primero hay que pensar dos cosas. A
principio de la parábola se dice “El reino de Dios se parece …” Esto quiere
decir que con el ejemplo que nos van a poner, podremos comprenderlo mejor.
La segunda es que nos pone como
ejemplo un evento corriente: Una boda. Pero hay que entender el significado del
rito con el que se celebraba. La boda era cuando, después de los esponsales,
empezaba la pareja a vivir juntos.
Para ir el novio a donde la novia
debía hacerlo en una procesión formada por mujeres aún vírgenes , que
alumbraban con sus lámparas, con su luz,
al novio en su caminar hacia el encuentro con la virgen que sería su
esposa. Por tanto el rito de la procesión, de acompañar alumbrando, de llevar
al encuentro de la esposa, no era “ir a la boda” sin más, a la fiesta, a
pasarlo bien, etc. Era, por tanto, parte personal en el evento lo que a ellas
les tocaba hacer: “alumbrar con su luz”.
Puestas así las cosas, las diez se
presentan para la boda y sabían a qué iban. Pero las necias no se implicaron en
preparar y estar a punto para lo que había sido designadas. Las prudentes sí.
No servía el aceite de las prudentes. Cada una tenía que alumbrar con su aceite.
Las necias se quedaron fuera porque,
aunque fueran buena gente, no se implicaron en na opción que las comprometía.
Creo que es fácil entender en clave
de Reino. Somos llamados para construirlo, para participar de él. Si nuestro
estar es puramente teórico, no sirve para participar de él.
Aprestemos, pues, nuestras lámparas y
nuestro aceite para ser luz en este mundo nuestro y en esta situación actual
que nos toca vivir.
No sirve el aceite de otros Es la
nuestra la que tendremos que prender.
José Luis Molina
8 de noviembre 2020
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