Veo
tus murallas
tras
un cristal
que,
amplio,
no
disimula el frío.
De
tus piedras silenciosas
escapan
los
últimos calores del verano.
Un ciprés confirma
la verticalidad del tiempo.
Miguel
deambula
por
tus calles y plazas
alargando
la sombra del ciprés
y
yo voy recogiendo
el
tiempo, la espera,
la
esperanza.
Ávila,
huida y anclada
en
cuatro postes
y
redondas murallas.
Por
tus almenas corro
y,
desde ellas,
oteo
el horizonte que aún me queda.
Me
veo en un loco
que
pasa congelándote
allá
dentro, en sus fotos,
y
me contemplo
En
un abuelo que mira desde dentro.
Ávila,
para pasear,
para soñar en el paseo,
para hacerse muleta
de rumores y recuerdos.
José
Luis Molina
31
de agosto del 2022
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