lunes, 8 de abril de 2024

LA LUNA LLENA DE NISAN NOS LAVA

 



 

 

Jueves Santo.

Voy a celebrar la Eucaristía. La Cena del Señor.

Tal vez, ustedes también.

El evangelio de Juan, como siempre, me desconcierta, de alguna manera me descoloca.

Tradicionalmente los curas y mundo religioso en general (mucho más la jerarquía), siempre hemos puesto el acento en la fidelidad, la exactitud en las palabras de la consagración. Y yo no voy a borrar ese acento.

Pero el evangelio de Juan me cambia el ángulo:

 

Jesús se dispone a cenar, está reunido con los suyos. Teóricamente, porque Judas también anda colado, van a celebrar la Pascua, la experiencia del Paso de Señor con su pueblo para la liberación, para ser “pueblo suyo”

 

El manto: Bíblicamente el manto es símbolo de la identidad de la persona. Es expresión del “ser” de su dueño.

 

Jesús se levanta y se quita el manto. No niega su identidad. Ni  reniega   de ella: “Vosotros me decís Señor, y Maestro, y lo soy”

. No reniega de su identidad, pero se despoja de lo que esa identidad podría proporcionarle de encumbramiento. El manto, su categoría, lo que es, no puede ser obstáculo para su hacer. Entre el ser y el hacer tiene que haber total correspondencia equiparable.

Se quita el manto, pero se ciñe la toalla. Podríamos traducir también se coloca el delantal de servir. Todavía no es raro ver, en aquellos cuyo trabajo es servir la mesa, tener en la cintura, un delantal, un paño, una toalla , para limpiar lo que se necesite en el servicio. Máximo allí, en Israel, donde en el ritual de las comidas se incluía el ritual de las abluciones o lavatorios.

Se quita el manto, se puso el delantal y se convirtió en servicio. Servicio que limpia, servicio que hace crecer, servicio que libera, servicio que clarifica, , que rompe la oscuridad, el engaño y la traición, servicio que opta por el ser humano.

Y ese servicio se hace sacramento de participar de Dios, de participar de

Dios en Jesucristo. Ese servicio nos introduce de lleno, nos mete en la realidad de Dios. Es servicio de comunión.

 

Cuando termina la ritualidad del servicio, continua la cena: Celebrarlo. Hacedlo en memoria mía, nos dice.

 

De todo esto concluyo: De Dios se participa, con Dios se comulga, a través del otro al que  servir. Y orientar de esta manera la vida, da identidad (recupera de nuevo el manto) y nos impulsa, cuando todo lo anterior se da, a celebrarlo.

 

La Eucaristía, sacramento de Jesús, presencia de Cristo, no puede  anquilosar la vida y reducirla a la mera y estática contemplación.  De situarnos frente a ella tiene que surgir el servicio de me importa el otro, me encuentro con el otro, comparto con el otro y con el otro esperamos la plenitud de la vida, esa vida que a algunos les sigue siendo arrebatada en nuestro mundo.

Si somos felices cuando nos aman, no nos perdamos la alegría de amar.

Abrazos en Jueves Santo.

 

José Luis Molina

28 marzo 2024

 

 

 

 

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