miércoles, 17 de abril de 2024

PELÍCULA POLICIACA

 



 

Espero no me tomen por loco.  De la misma manera espero no os asustéis y sigáis con esta reflexión.

Hay una serie de películas en tve de las que, alguna vez, he visto algunas. Se llaman “Los misterios de Laura” o algo así.    

He de reconocer que me gustan las películas policiacas. Como supongo que a muchos, me hacen pensar e ir por delante de la proyección  buscando soluciones, interpretando pistas, etc.

Pues bien , en esta serie, también en otras películas del género, es corriente el recurso del narrador (guionista) de romper nuestras elucubraciones con la frase: “Hemos seguido el camino equivocado” o “La solución la teníamos delante pero nos equivocamos interpretando inadecuadamente una pista que teníamos ahí”.

Pues  bien, hoy, al leer el texto del evangelio (Lc . 24, 35-48), y teniendo también presente otros textos pascuales, me he acordado de estas frases de las películas, que os comentaba, porque, en definitiva, creo que muchas veces nos ha ocurrido lo mismo. A fuerzas de sabernos el final que nos habían dado, lo hemos recibido  pero, tal vez, en muchos casos nos ha faltado tener experiencia de él. Y sin esa experiencia, que sería la roca firme sobre la que construir, los muros se nos han venido abajo como arenisca sin armazón.

Paso a explicar el por qué de todo lo anterior con algunos detalles.

Los relatos  nos dicen que se nos daban para que pudiéramos creer, pero ¿cómo?, ¿de qué manera?

Las heridas de las manos, los pies y el costado, interpretados como evidencias “físicas” de la resurrección. Pero, de pronto, surge lo de si  los clavos los clavaron en las muñecas o en las palmas de las manos, o el de mantener unas heridas abiertas y si un “cuerpo glorioso” podía mantener las heridas. Y nos dejamos deslumbrar por el poder de lo mágico, lo misterioso, lo inconcebible, como respaldo de autoridad. Hoy por hoy, creo que estos signos, por ejemplo, nos hablan en otro sentido, sentido de tremenda transcendencia para nuestra fe. Las señales de la cruz, las señales del crucificado, del ajusticiado, del Varón de Dolores de Isaías ante cuyo horror uno cubre su mirada y su rostro por el temor y el pánico. Ese es el que ha triunfado por encima de los poderes de muerte. Y esas señales significan que no separemos al que las sufrió del Resucitado en quien creemos, no sea que el  “triunfalismo” , la “hipervalración”, nos impida aceptar “en la vida” las “consecuencias” de vivirla como en él la contemplamos. Y por eso, con esos signos se afirma rotundamente que es el mismo, que no es un fantasma.

Otro signo que tenemos delante en e evangelio de hoy es que Jesús comió un trozo de pescado asado. El lo comió delante de todos. Los presentes no comieron. Eran espectadores. Y no acabo de comprender como comen los seres resucitados.

Esto lo hace a continuación de decir el texto que los discípulos, desbordados por el acontecimiento de la resurrección, del admitir el triunfo del crucificado, tenían dificultad para colocarse en él: alegres, admirados, resistentes a asumirlo, corriendo, por ello, el riesgo de desubicarse o desubicarlo.

Por último dice: “Cuando todavía andaba con ustedes”. Pero, ¿aún lo está!. ¿Sí, pero no?

Sí, ahora también está pero deben mantener su presencia teniendo, haciendo presente, al que anduvo con ellos invitándoles a una vida concreta y específica.

Y aquí está la clave que muchas veces no hemos tenido en cuenta y se nos ha esfumado la experiencia. La experiencia y la presencia del Jesús resucitado (a los que aún nos encontramos por Jerusalén , por Palestina y hasta los confines del mundo, tenemos que sentirla, experimentarla, no desde una teoría, por muy devocional que sea, sino desde y en un vivir (ahí los signos de “tócame” , “comer”, las huellas de la realidad física) en la realidad cotidiana pero desde perspectivas únicas, extraordinarias. Nuestra experiencia del Resucitado, del que debemos ser testigos, no se trata de hablar de un fantasma sino de compartir en la vida, con los demás, su presencia en las razones de nuestro actuar y los valores por los que vivir  que siempre terminarán en ellos.

Me parece que sería interesante entender así el “tiempo pascual” y, también, ser base y estructura de nuestra evangelización para niños y mayores.

Un abrazo

José Luis Molina

14 de abril del 2024

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