jueves, 9 de octubre de 2014

¿QUEDA ALGO DE ÉTICA SOCIAL, COLECTIVA, ...PÚBLICA, POLÍTICA?

¿Por qué empiezo con ese título en forma de pregunta?
Afortunadamente creo que sí, que no ha desaparecido la dimensión ética, incluso creo que es posible que eista con mayor profundidad y coherencia que en otros momentos. Creo que hoy se ha ganado en la conciencia ética de muchos colectivos que, desde ella, no se quedan de brazos cruzados. Pero son una minoría por muchos que sean.
Junto con este sentir ético, solidario, etc,  la inmensa mayoría vive sumergida en un "quemeimportismo" (que dirían en Ecuador) que lleva a hablar, comentar, etc, pero luego no pasa nada. Las redes sociales juegan, o podrían jugar, un papel importante, pero me parece, aún a riesgo de enojar a algunos, que vibran con el chisme y convierten en virales acontecimientos anecdóticos e irrelevantes.
Con todo esto por delante, paso a explicarme. Llevo unos cuantos días con una indignación progresiva: el caso de las tarjetas opacas de Bankia, por ejemplo, y no pasa nada. Eso si, todos os calificamos de sinvergüenzas y chorizos, pero no pasa nada en una sucesión de acontecimientos que se arrastran desde largo y donde no se salvan ni las personas de más alto rango jerárquico del país. Pero no pasa nada.!
Pero la indignación me ha subido por encima de los 38'6 de temperatura febril en el caso de Teresa, la enfermera infectada de ébola. Preocupante que haya ocurrido. Preocupante y vergonzoso como se ponen en escena personajes tan fundamentales como la Ministro de Sanidad, Ana Mato o el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Pero lo que ya llega al colmo es por donde están conduciendo el asunto.
No quería permanecer callado, estoy convencido que no debía hacerlo, pero mi indignación era tal que me bloqueaba.
Pero he encontrado el siguiente reportaje en yahoo que dice lo que yo querría decir.
Ahí se lo dejo.
Saquen sus consecuencias.

José Luis Molina 


La culpa es de la enfermera, o cómo usar el 'victim blaming' para lavarse las manos


Por  | Notas a pie de cámara – Hace 8 horas


Ante una tragedia, la mentalidad colectiva necesita un responsable. Alguien físico a quien echar la culpa. ¿Qué provocó el accidente de avión? Da igual que fueran una larga cadena de fallos técnicos encadenados, si en algún momento intervino el piloto, la culpa es suya. Nuestro cerebro racional y nuestra rabia emocional necesitan a alguien a quien señalar con el dedo.
En el caso del ébola, las autoridades ya han dictado sentencia: es Teresa, la enfermera contagiada. No somos nosotros. No es el protocolo. No es la falta de medios. No son los trajes que quedaban cortos o que no tenían el nivel suficiente de protección. No es esa ambulancia que estuvo horas recogiendo a otros enfermos. No es. No es. No es. No somos nosotros. Es la enfermera.
La maquinaria para acusarla se puso en marcha el miércoles, cuando se improvisaba una rueda de prensa en la calle, a las puertas del hospital Carlos III -¿quién puede pensar que no tuviera autorización de Sanidad?- en la que uno de los médicos que atiende a Teresa, contaba que "hemos estado revisado con ella toda la cadena de puesta del traje y su actividad dentro de la habitación y en uno de los momentos me ha transmitido la posibilidad de que hubiera un contacto con la cara al retirarse el traje".
Primera puntilla

¿Habló el médico por iniciativa propia? Es difícil de creer.
¿Quién lo mandó ante los medios de comunicación?
Horas después, el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid clavaba la estocada definitiva: no sólo es mala profesional, sino una mentirosa. Le cuesta "trabajo" creer, ha dicho, que la la auxiliar de enfermería no alcanzara la temperatura prescrita para activar la alerta sanitaria en casos de ébola.
* "Hay información que ha ocultado, ella no dijo nada cuando llamó (al Carlos III) de que podría haberse producido ese contacto porque si lo hubiera dicho el primer día se hubieran tomado otras medidas".
* “Parece que ha reconocido a su médico que probablemente tuvo un contacto con su guante. Durante este tiempo lo negó siempre. No informó a su médico".
* "Es mentira que ella se enteró por los periódicos. Se le informó a ella y a su marido a través del Director Geneneral de Atención al Paciente".
* "Esta paciente nunca superó esa cifra (de fiebre); también es verdad que a raíz de los resultadosnos pudo estar mintiendo, pero lo pongo yo de mi cosecha" Javier Rodríguez, consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid

Por cierto, ha sido Rodríguez el que ha contado que Teresa, cuando salió del médico de cabecera -¡oh, imprudente temeraria!- se fue a depilar a una peluquería –las dos mujeres que la atendieron están ingresadas en observación, en el hospital-.
Horas después, entrevistado en el programa de Ana Rosa, en Telecinco, volvía a cargar contra la enfermera:
  • “para aprender a ponerse un traje –de protección ante enfermedades infecciosas- no hace falta un máster”
  • “una persona puede tener una capacidad de aprendizaje –de los protocolos de protección- y otros no tanto”
  • “el traje se lo han puesto todo tipo de personal, conductores de ambulancia, médicos… y no ha habido ningún problema”.
Poniendo el foco en la enfermera, encontrando alguien a quien culpar, alguien con cara y ojos y voz, empieza a difuminarse toda la larga línea de errores en este contagio.
• El desmantelamiento del único centro español capaz de tratar este tipo de enfermedades contagiosas. En marzo de este año empieza a cerrarse el hospital Carlos III de Madrid. Se desmantelan las cinco salas de presión negativa, las habitaciones con doble puerta de aislamiento y las zonas limpias.
* El desmantelamiento y dispersión del personal del centro, que contaba con un equipo específico de personas formado y entrenado para tratar con enfermedades infecciosas.
• La preparación de urgencia y en un tiempo insuficiente del personal del hospital de la Paz que debía cruzar la calle para atender a los dos misioneros infectados con ébola. “El único protocolo que ha habido es un curso de 15 minutos para saber cómo ponerse y quitarse el mono (traje) de protección”, han denunciado.
• Algunos de los equipos de protección no tenían el nivel suficiente (eran de nivel 2 en vez de 4, el que se está usando en Estados Unidos), según han denunciado los sindicatos y los propios trabajadores.
• Nadie hace caso de la denuncia que trabajadores del personal de enfermería de urgencias de La Paz presentaron en julio ante el juez de guardia de los juzgados de plaza de Castilla, en Madrid. En la denuncia notifican la “falta de información y formación adecuada y desconocimiento de protocolos”, y solicitan la “apertura de diligencias oportunas para delimitar las responsabilidades” y la adopción de “las medidas cautelares para evitar la comisión de delitos o faltas de imprudencia”.
• Cuando la enfermera empieza a tener fiebre, lo comunica telefónicamente al hospital –tenía que llamar dos veces al día tras tomarse la temperatura- pero nadie activa ninguna alarma.

• La enfermera sigue notificando fiebre durante varios días, pero no sigue sin activarse ninguna alarma.
• Cuando lleva ya una semana con fiebre sostenida, se le envía a casa una ambulancia no preparadada. En vez de enviarle una ambulancia de clase B, equipada para enfermos contagiosos, se decide mandarle un modelo simple, con el equipo sanitario sin trajes de protección. Cuentan algunas fuentes que el equipo de la ambulancia recibió este mensaje “paciente febril pero se descarta ébola”. Se ¿descarta? ébola.
• Cuando el camillero entra en el domicilio, Teresa le indica que es enfermera, que ha atendido a los misioneros con ébola y que sospecha que puede estar contagiada. El camillero llama al servicio de coordinación de ambulancias, que, al parecer, le insiste en que lleve la paciente al Hospital de Alcorcón y no al Carlos III.
• Esa ambulancia, por cierto, estuvo después, según algunas informaciones, recogiendo a otros pacientes durante varias horas. Siete enfermos subieron a ese vehículo en las siguientes doce horas al traslado de Teresa.
 • Teresa no ingresa en el hospital Carlos III, sino que la llevan a un centro no preparado, a su hospital más cercano, el de Alcorcón, donde entra en contacto físico directo con varios miembros del personal. De hecho, el médico que la atendió durante todas esas horas acaba de entrar voluntariamente en cuarentena.
Pero, de toda esa cadena de errores, la culpable es la enfermera, igual que algunas mujeres violadas tienen la culpa de la agresión sexual por vestir demasiado provocativamente. Igual que también tienen la culpa las actrices por colgar fotografías pornográficas en la nube. Al igual que un negro tiene la culpa de que le dispare un policía estadounidense por ir con una sudadera con la capucha puesta. Al igual que un alumno habrá hecho algo para sufrir acoso escolar, porque es un empollón asocial.
Culpando a la enfermera, el Gobierno puede así también defender su actuación ante sus socios europeos, muy nerviosos por este caso de contagio, sobre todo los países con más tránsito de turistas hacia España. Una de las tragedias de esta historia de tragedias –que esperemos que no termine con ningún fallecimiento- es que la culpa es de una enfermera que se presentó voluntaria para atender a un hombre que agonizaba y que tenía una de las enfermedades más terribles que existen. Igual que las actrices fueron unas imbéciles inconscientes por subir a la nube sus fotografías desnudas.
La culpa es de la víctima y no del delincuente.





 

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