lunes, 23 de mayo de 2016

LOS NUEVOS GOLPES DE ESTADO

 


 El principal problema brasileño que
> atraviesa toda nuestra historia es la monumental desigualdad
> social que reduce gran parte de la población a la
> condición de chusma.
>
>     Los datos son alarmantes. Según Marcio
> Pochman y Jesse Souza, que reemplazó a Pochman en la
> presidencia de IPEA, son sólo 71.000 personas (el 1% de la
> población, que representa solo el 0,05% de los adultos),
> los multimillonarios brasileños que controlan
> prácticamente nuestras riquezas y nuestras finanzas y a
> través de ellas el juego político. Esta clase adinerada,
> que Jesse Souza llama la clase privilegiada, además de ser
> socialmente perversa es muy hábil, pues se articula
> nacional e internacionalmente de manera que siempre consigue
> maniobrar el poder del Estado en su beneficio.
>
>     Estimo que su logro más reciente fue
> inclinar la orientación de la política de los gobiernos de
> Lula-Dilma hacia sus intereses económicos y sociales, a
> pesar de las intenciones originales del gobierno de
> practicar una política alternativa, propia de un hijo de la
> pobreza y del caos social, como era el caso de Lula.
>
>     Con el pretexto de asegurar la
> gobernabilidad y de evitar el caos sistémico, como se
> alegaba, esta clase privilegiada consiguió imponer lo que
> le interesaba: mantener inalterable la lógica acumuladora
> del capital. Los proyectos sociales del gobierno no
> obligaban a renunciar a nada, antes bien eran adecuados para
> sus propósitos. Llegaban a decir entre sí, que en lugar de
> que nosotros, la élite, gobernemos el país, es mejor que
> gobierne el PT, manteniendo intocables nuestros intereses
> históricos, con la ventaja de ya no tenemos ninguna
> oposición. Él firma nuestros proyectos esenciales.
>
>     Esta clase adinerada obligaba al gobierno
> a pagar la deuda pública antes de responder a las demandas
> históricas de la población. Así quitaba la deuda
> monetaria con el sacrificio de la deuda social, que era el
> precio para poder hacer las políticas sociales. Estas,
> nunca antes habidas, fueron vigorosas e incluyeron en el
> consumo alrededor de 40 millones de pobres.
>
>     Los más críticos se dieron cuenta de
> que este camino era demasiado irracional e inhumano para
> prolongarlo. Fue aquí donde se instaló una falla entre los
> movimientos sociales y el gobierno Lula-Dilma.
>
>     Todo indicaba que con cuatro elecciones
> ganadas, a pesar de las limitaciones sistémicas, se
> consolidaba otro sujeto de poder, venido desde abajo, de las
> grandes mayorías procedentes de las senzalas (viviendas de
> los esclavos) y de los movimientos sociales. Estas
> comenzaron a ocupar los lugares y a utilizar los medios
> antes reservados a la clase media y a la clase privilegiada,
> que en el fondo nunca aceptó al obrero Lula y nunca se
> reconcilió con el pueblo, sino que lo despreciaba y
> humillaba. Entonces los antiguos dueños del poder
> despertaron con rabia, pues a través del voto podrían no
> volver al poder nunca más.
>
>     Instaurada una crisis
> político-económica bajo el gobierno de Dilma, crisis cuyos
> contornos son globales, la clase privilegiada aprovechó la
> oportunidad para agravar la situación, y por la puerta de
> atrás, llegar a Planalto. Se creó una articulación nada
> nueva, ya probada contra Vargas, Jango y Juscelino
> Kubischek, asentada sobre el tema moralista del combate
> contra la corrupción, salvar la democracia (la de ellos,
> que es de pocos). Para esto era necesario suscitar la fuerza
> de choque que son los partidos de la macroeconomía
> capitalista (PSDB, PMDB y otros), con el apoyo de la prensa
> empresarial, que era el brazo extendido de las fuerzas más
> conservadoras y reaccionarias de nuestra historia, con
> periodistas que se prestan a la distorsión, la difamación
> y directamente a la difusión de mentiras.
>
>     La historia es vieja, se sataniza al
> Estado como un antro de corrupción y se magnifica el
> mercado como lugar de las virtudes económicas y de la
> integridad de los negocios. Nada más falso. En los estados,
> incluso en los países centrales, existe la corrupción.
> Pero donde es más salvaje es en el mercado debido a que su
> lógica no se rige por la cooperación, sino por la
> competición donde casi todo vale, cada uno buscando
> tragarse al otro. Hay evasiones millonarias de impuestos y
> grandes empresarios esconden sus ganancias absurdas en
> cuentas en el extranjero, en paraísos fiscales, como
> recientemente ha sido denunciado por los Zelotes, Lava jato
> y los papeles de Panamá. Por lo tanto es pura falsedad
> atribuir las buenas obras al mercado y las malas al Estado.
> Pero este discurso, martilleado continuamente por los medios
> de comunicación ha conquistado la clase media. Jesse Souza
> dice con razón que «literalmente en todos los casos la
> clase media conservadora fue usada como fuerza de choque
> para derrocar al gobierno de Vargas, de Jango y ahora al de
> Lula-Dilma y dar el "apoyo popular" y la consecuente
> legitimidad a esos golpes, siempre en interés de media
> docena de poderosos» (El atontamiento de la inteligencia
> brasilera, 2015, p. 207).
>
>     En la base está una mezquina visión
> mercantilista de la sociedad, sin ningún interés por la
> cultura, que excluye y humilla a los más pobres,
> robándoles tiempo de vida en transportes sin calidad, en
> bajos salarios y negándoles cualquier posibilidad de
> mejora, ya que carecen de capital social (educación,
> tradición familiar, etc.). Para asegurar el éxito en esta
> empresa perversa se creó una articulación que incluye a
> grandes bancos, FIESP, MP, la Policía Federal y la
> justicia. En lugar de bayonetas ahora trabajan jueces
> justicieros que no son reacios a llevarse por delante los
> derechos humanos y la presunción de inocencia de los
> acusados con prisiones preventivas y presión psicológica a
> la delación premiada con información confidencial
> divulgada por la prensa.
>
>     El actual proceso de impeachment a la
> presidenta Dilma cae dentro de este marco golpista, pues se
> trata de quitarla del poder no a través de elecciones, sino
> mediante la exageración de prácticas administrativas
> consideradas delito de responsabilidad. Por errores
> eventuales (concedidos y no aceptados) se castiga con la
> pena suprema a una persona honesta a la que no se le
> reconoce ningún delito. La injusticia es lo que más
> lastima la dignidad de una persona. Dilma no merece este
> dolor, peor que el sufrido a manos de los
> torturadores.   
>
> Página de Boff en Koinonía 




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