Hoy nos encontramos, en la primera
lectura, con un Dios que mira a la tierra, mira a los hombres, y se compadece
de sus penurias y de sus tragedias.
Por eso , Dios es seguro que está
mirando a Ucrania, a los niños de Ucrania, a las mujeres de Ucrania, a los
ancianos de Ucrania, a los pacíficos y no violentos a los
que promete que
heredarán la tierra (Mt. 4,5).
Lo cual quiere decir que, desde Dios,
no es la guerra y la violencia el camino de construir y heredar una tierra de
paz y de justicia.
Este Dios mira a su pueblo, a sus
hijos que sufren violencia y quiere librarlos de los violentos que los condenan
a torbellinos de desastres y horrores.
Seguro que quienes me estáis oyendo o
leyendo tenéis en el pensamiento Putin.
Ciertamente es lógico y merece muchos calificativos con certeza muy poco
positivos.
Pero Dios, seguro, no solo mira a las
víctimas de Putin porque todas las víctimas del mundo constituyen humanidad que
nace de él y son imagen y semejanza suya.
Por eso, seguro que también oyó los
lamentos de la oblación ucraniana, por los años 2013-2014, masacrados y reprimidos
violentamente, desde los propios ucranianos.
Y seguro que este Dios no verá con
buenos ojos no solo a Putin sino a los
que se levantan y construyen en el mundo, al precio que sea, su lugar como potencia preponderante y
aplicando la justicia según su conveniencia: Una OTAN que no se conforma con
existir, pese a la desaparición de la causa que provocaba su existencia, sino
que intenta crecer cada día más y que enarbola como bandera el
armamentismo para la paz, para la paz
que se impone , por la propia fuerza, subyugando. Unos Estados Unidos que se
sienten soberanos del mundo y están por encima del bien y del mal, que, hasta
ayer, no regateaban epítetos denigrantes contra el venezolano Maduro y que hoy,
por obvias razones, baila con él bailes caribeños, que condena y califica a
Putin de criminal de guerra mientras ordena bombardeos en Somalia. Dios escucha
los llantos en Yemen bombardeado por Arabia Saudí, oye los gritos de los
saharauis (niños, mujeres, ancianos) en Agüenit que se quedaron sin escuela y
sin pozos de agua por bombas de Marruecos. A Dios le injuria Israel queriendo
ser árbitro de paz mientras sus bombas caen sobre los palestinos de Gaza y
Cisjordania y se somete a la población a un expolio territorial enchiquerándolos cada día más.
Dios oye lamentos de muchas partes
del mundo: Siria, Congo, etc.
Dios oye sus gritos, el llanto de los
inocentes ensangrentados, heridos, mutilados, muertos…
Y nosotros. ¿Oímos solo a Ucrania o
también nos llegan esos otros lamentos?
Ucrania nos queda más cerca y, tal
vez, eso facilite su escucha. No estoy en contra, sino todo lo contrario. Pero
bien cerca tenemos el grito silencioso de los cadáveres perdidos en el
Mediterráneo y el Atlántico.
Pero Dios es un Dios que oye y que
habla, que no enmudece. Y manda a Moisés que sea higuera (evangelio de hoy)
frente a la opresión.
A nosotros nos ha preparado el
terreno, lo ha abonado, desbrozado, … para que demos fruto. Moisés es tartamudo
y quiere justificarse en la inanición (basta con el lamento) con su pequeñez
frente al gigante egipcio. Y Dios no acepta esa justificación.
Pensémonos en higuera y en los frutos
de ella. Ciertamente no serán muchos. Pero, una vez más, no se trata de la
cantidad sino de la autenticidad.
Podemos realizarnos en la
solidaridad: Pero más allá de hasta donde nos resulte cómoda.
Pero hay un terreno en el que
interactuamos todos: El de la educación. Lo ejercemos con nuestros hijos, con
nuestros convivientes, con quienes compartimos vida, afectos, trabajo, tiempo,
ocio, cultura, etc.
Y en todo eso vamos haciendo nuestro
aporte a la realidad más próxima, pero también a la colectiva.
Y creo que en ese hacer es mucho lo
que podemos hacer para sensibilizar y concientizar hacia un mundo más
solidario, menos competitivo, sostenible, no construido sobre aprovechamientos
injustos y abusos de poder sino sobre el diálogo, el respeto, la paz.
No sé si será mucho o poco, suficiente
o irrelevante. Pero si creo que son frutos que se pueden pedir a la higuera.
Ayer leí una frase:
“En vez de dejar un mundo mejor para nuestros hijos, la solución es dejar unos hijos
mejores para el mundo” que son los demás.
Ahí queda.
Un abrazo
José Luis Molina
20 de marzo del 2022
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