Este relato que voy a contar
posiblemente, de entrada, llame la atención porque otros lo han contado
colocándolo en lo alto de un monte y yo no sé pero creo que pudiera ser en
cualquier lugar, en un alto en el camino, en un oasis, o a la lumbre del fuego
en cualquier campamento mientras la mayoría se hubieran ido a dormir.
Si como digo normalmente se ubica en
lo alto de un monte es porque al hablar
de terreno de Dios, lugar sagrado, etc, en aquellas culturas religiosas siempre
eran lo alto de los montes donde se ubicaba la presencia y manifestación de
Dios.
Os cuento: Jesús estaba con sus discípulos y aprovechó
una ocasión en que se encontraba con Pedro, Santiago y Juan. Él pensaba que
estos tres habían captado mejor su mensaje y tenían mayor conciencia de su
misión.
Aprovechó que estaban separados del
grupo y Jesús se puso a orar y les invitó a hacerlo.
Él no imponía que lo hicieran pero
aquel día les invitó a hacerlo con él.
Ellos andaban un poco despistados.
Jesús se puso a compartirles su experiencia del Padre, y les hablaba con tanta
intensidad que parecía otro, como si en torno a él la realidad fuera distinta.
Les hablaba de Dios Padre como una experiencia
tan íntima que Jesús debió pensar si lo entenderían porque estaban como
soñando, entumidos. Pero lo que sí tenían cierto los discípulos es que el
momento que estaban viviendo con Jesús, era
único.
Jesús seguí aclarándoles:
-Mirad, nosotros somos el pueblo que
tuvo la experiencia de un Dios creador de personas libres, a las que amaba y
libraba de toda esclavitud. A lo largo de nuestra historia hemos celebrado, en
muchas ocasiones (Abraham, Moisés, etc) ritos de alianza con Dios. Por eso, de
nuestra experiencia de liberación, con Moisés fuimos teniendo la LEY para tener
pautas en nuestro vivir. Pero también, en muchas ocasiones, esa Ley la
adulteramos, la torcimos, y ese Dios envió profetas (Elías, Isaías, Amos,
Oseas,…)para avisarnos, para jalarnos las orejas, para explicarnos, con más
claridad, como es Dios Padre.
Pues bien, atended. Esto os lo digo a
vosotros: AHORA YA SABÉIS COMO ES DIOS PORQUE QUIEN ME VE A MI, VE A DIOS.
Esto convenció a los discípulos para
caer en la cuenta que Jesús era el Señor.
Jesús continuó diciendo:
-
Se fueron elaborando muchas leyes,
leyes para las que, muchas veces también, se hicieron la trampa torciéndola a
conveniencia de los poderosos religiosos y en detrimento de los pobres, los
huérfanos y las viudas. Pero, mirad, si Moisés fue el legislador, yo soy la ley
y mi ley no es una ley que esclaviza sino que da plenitud y solo es una: Todos
los seres somos iguales y nadie tiene derecho a aprovecharse del otro. El otro
siempre debe poder contar conmigo. Y no os inventéis otros dioses, ni un dios
con rostro distinto. Elías y los profetas nos lo han ido mostrando, pero en mi
está la profecía, , la Palabra de Dios, y desde mi y en el vivir que os
propongo, conocéis lo que está de
acuerdo con él. Dios no quiere ni ofrendas, ni sacrificios, ni ayunos, ni
mortificaciones. Nos propone su
justicia, que es él mismo, y asumiéndola lo aceptamos a él.
Cuando terminó de decir todo esto,
quedó en silencio. Su rostro estaba perlado de sudor, pero poco a poco regresó
a su estado habitual.
Los discípulos quedaron mudos, como
aterrados, ante la hondura de la
experiencia. No sabían que decir.
Al fin Pedro, tan impulsivo como
siempre, le dijo a Jesús:
-
Maestro, esto que nos has compartido
es extraordinario y no debe quedar en nada, como si nada hubiera pasado. Se me
ocurre que podríamos declarar sagrado
este lugar, hacer un templo tan maravilloso como el de Jerusalén, organizar
peregrinaciones , procesiones, jubileos, ceremonias solemnes que manifestaran
que este es lugar de Dios. Contando contigo ,aprobar premios reconociendo como
primeros a los más religiosos, etc.
Nosotros estaríamos aquí, contigo.
Sería como un anticipo de tu gloria con tan solo señalar algunas normas sobre
lo que se podría hacer (vestidos recatados,
respeto y reverencia al superior,
etc) y lo que no se podría hacer (desobedecer las órdenes de los
superiores, formas ordinarias, bromas picantes, mala educación, etc)
En aquella ocasión, aunque no lo
digan ninguno de los otros evangelios, Pedro también lloró al fijarse en Jesús.
Jesús nos miró y había cierta
tristeza en su mirada. No habíamos entendido nada. Pedro ni sabía lo que decía
y nosotros tampoco. Pensábamos que, ante todo lo que Jesús nos había
compartido, había que darlo a conocer (alguna voz había hablado de lanzarse
desde lo alto para demostrar su poder) y ganarles la vez a los sacerdotes del
templo de Jerusalén. Nosotros les ganaríamos y tendríamos el mundo religioso y
el dominio sobre las conciencias.
Lo que interpretamos fue seguir lo
mismo pero cogiendo nosotros la sartén por el mango.
Pero, a pesar de todo, nos pasó la
mano por el hombro y nos encaminamos hacia donde los demás. Solamente dijo: -
Aún es pronto. Guardad silencio hasta que lo entendáis. Pero id teniendo clara una cosa. El lugar de
Dios sois vosotros. Cada persona es lugar de Dios. Y en ella, respetándola, compartiendo,
construyendo la vida en solidaridad se puede descubrir la presencia de Dios y
la grandeza de Dios
Por eso yo lo escribo ahora.
Un abrazo
José Luis Molina
13 de marzo 2022
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