Hemos ido recorriendo la cuaresma.
Aún estamos en ello.
Y a lo largo de sus domingos, las lecturas nos han planteado los pilares,
las actitudes requeridas para la meta que perseguimos: la vida nueva, la vida
resucitada, la buena noticia de Dios.
Conviene recordarlas:
Domingo 1º.- Frente a las tentaciones se requiere la fidelidad, la
coherencia, la definición en contra de la ambigüedad.
En el domingo 2º, la Transfiguración: Frente a la tentación de refugiarse
en la huida y justificarse en la sublimación mística, las “cabañitas”, la postura del compromiso activo en la
realidad, frente a la realidad y en favor de la realidad en orden a una buena
noticia.
En el domingo 3º, el agua viva, la vida renovada en una corriente de agua
viva, no estancada, que nos lleva a los mares infinitos de vida eterna, de
plenitud de Dios.
En el domingo 4º, la luz ver la realidad desde esa luz que es Jesús.
Desde ella analizar, discernir, ser crítico y ni engañarnos ni engañar, ni
manipular para nuestra conveniencia.
Por último, a este domingo actual lo vamos a llamar Domingo de la
Libertad.
Es el evangelio de la resurrección de Lázaro.
Como en otras ocasiones, la mayoría de las veces, al contemplar el
evangelio nos hemos quedado con el ropaje visual que encierra el sentido y la
realidad profunda del actuar de Jesús, pero no hemos llegado a toda su hondura.
No se nos olvide que el evangelio de Juan, a lo que estamos acostumbrados
a llamar milagros, él los llama SIGNOS.
Signos, ¿de qué?.
Veamos:
El recorrido del relato evangélico nos puede y nos debe situar frente a
muchos aspectos de la realidad: la existencia del dolor humano, que a Dios no
le resulta indiferente, la solidaridad de Jesús, la mala conciencia y las
intenciones torcidas, y ocultas farisaicamente, ocultas bajo formas buenas,
modélicas , sociales, pero que se manifiestan en los comentarios de algunos de
los que estaban allí. Estos sería dinamizadores de la persecución de Jesús, de
su enjuiciamiento y de su condena. También, de igual manera, nos enfrenta con
la humanidad de Jesús, (su llanto) en ningún momento anulada por el
superhombre.
Pero, ¿dónde está la clave de este “signo” de hoy . La clave de este
signo de hoy, lógicamente está en el final: Lázaro, su amigo, también está
muerto. A pesar de ser su amigo, está muerto, hasta el punto de oler mal. A
Jesús lo llevan donde un muerto. Sí, ciertamente lo llevan donde un muerto, y
Jesús responde invirtiendo la situación. Su acción, su oferta, es la vida. Pero
no una vida que terminaría nuevamente en muerte cualquier otro día, si es que
nos quedamos en la literalidad del relato.
La acción de Jesús es, en efecto, la vida. Por eso termina donde le lleva
su oración al Padre: A que Lázaro, su amigo, no habite en el país de la muerte,
sino que viva. Y por ello concluye con un gesto definitivo: “Desatadlo y
dejadlo andar”, o quitar las vendas, las
ataduras que le habéis colocado, que lo habían paralizado, inmovilizándolo,
asfixiándole la vida que es de Dios.
Dejadlo andar. No solo quitarle las vendas. También, y además, dejadlo
andar.
Eso es evangelizar.
Proclamar la libertad que se nos ha dado como hijos de Dios y
comprometernos a contribuir a que , los que la deseen, avancen en el empeño.
Romper las ataduras y liberarse de las vendas es lo que nos permite
caminar para salir del sepulcro.
Ánimo.
Un abrazo
José Luis Molina
26 de marzo del 2023
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