En
el silencio del desierto hay gritos,
en
los gritos del desierto se oyen lamentos.
Lágrimas
riegan la arena del desierto.
Lágrimas
que fertilizan la sangre.
Silencio.
¡Óyelo!
Reza,
pero no te duermas.
Deja que pase la noche.
Pero no te duermas,
Que el amanecer no te encuentre dormido.
Soy yo,
necesito la voz
gritando,
reforzando otros gritos,
acumulando estruendo con otros corazones.
Nos ahogamos. Nuestra ansia,
la que yo, tu conciencia, te insuflo,
reclamando, denunciando
que no tendremos derecho a dormir
hasta que, esos niños,
sin padres (robados, asesinados),
sin nombre, sin tierra,
excluidos, sin mañana, condenados,
pero con memoria
y con conciencia martirizada,
miren a quienes se acercan
sin tener que esconderse,
consolados por los brazos
que se alargan para curar heridas,
para soltar una paloma
que vuele incansable
y, por la noche,
se meza una cuna
colgada desde las estrellas.
José Luis Molina
12 de mayo del 2024
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